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Yoon Jeonghan era un ilustrador que había sido criado por su abuela, quien también había ejercido como diseñadora editorial; tras conocer a cierto ilustrador en la editorial Kim logró ser cobijado por éste al grado de ser su reemplazo una vez que decidió retirarse.
Yoon Jeonghan era magnífico trabajando, habilidad que le permitió ser halagado por el jefe Kim, cosa que no era nada fácil, a veces era un poco altanero o sarcástico con los autores pero finalmente todo lo compensaba con los premios que ganaban sus ilustraciones. Sin embargo esta agria personalidad sólo la tenía en el trabajo, pues fuera de éste habían dos personas que recibían todo el amor del mundo y esas personas eran su abuela, y su hermosa hija de seis años llamada Yena; la niña cuando era recién nacida había sido abandonada en un frío invierno, Jeonghan hizo hasta lo imposible para poder quedarse con ella legalmente, pues en cuanto la vió y ella tomó uno de sus dedos supo que la quería proteger de todo, y así fue, Yoon Yena llevaba casi seis años de felicidad a lado de su adorado padre y su maravillosa abuela.
Un sonido en la puerta de su nueva oficina lo saco de sus pensamientos, era el diseñador Lee.

— Veo que ya estás bien instalado aquí, me alegra... —

Habló el hombre mayor con una risa, Jeonghan permitió que se sentara mientras su hermosa sonrisa también se mostraba, le debía mucho a ese señor y trataría de pagarle con creces pues fue como su padre dentro y fuera de la empresa; incluso Yena le llamaba abuelo y pedía jugar con el viejo gato Tori, quien era un mimado glotón con ella.

— Es una hermosa oficina, lo hizo muy bien, por cierto ¿Cuándo irá a casa? Yena pregunta por su abuelo y mi abuela quiere a un contemporáneo con quien charlar —

El mayor rió nuevamente, sin duda se alegraba de ser parte de aquella pequeña familia.

— Iré hoy a cenar y a ver a Tori, espero esta vez lograr cargarlo, Yena lo tiene tan mimado que no quiere comer nada más que panqueques e hígados. Estoy seguro de que la prefiere más a ella que a mi —

Jeonghan avergonzado cubrió su rostro entre risas, su pequeña niña siempre a escondidas le proporcionaba pequeños trozos de los panqueques que hacía su abuela y luego la abuela le permitía al minino comer un poco de higados, esto aunado a que Tori no hacia nada más que recibir besos, dormitar y ser modelo para Yena había provocado que el gato engordara y que fuese un mimado insoportable para el mayor.

— Lamento estropear la relación entre tú y Tori —

Se disculpó el joven y el viejo Lee rió negando, aquella pequeña era como su pequeña nieta, tampoco podría enojarse con ella, al contrario, haría lo mismo que ella hacia con Tori, consentirla hasta más no poder.

— ¡Patrañas! La felicidad de mi nieta es más importante que ese minino convenenciero —

Una carcajada más salió de Jeonghan acompañada de la del mayor, ambos eran una agradable familia.
Decidiendo salir del trabajo se toparon con un hombre más alto que Jeonghan, de cabellos negros en un traje color vino, el hombre también se les quedó viendo pero no dijo nada y continuó su camino; la puerta de Mingyu se abrió y miró a los tres hombres del pasillo.

— Choi entra, Yoon tu también; señor Lee, bienvenido quedese todo el tiempo que desee —

Jeonghan miró al señor Lee y encogió los hombros, entrando con el otro hombre a su oficina donde estaba Mingyu, Wonwoo y alguien más.

— Estamos cortos de tiempo así que empecemos con los avisos
Choi, él será tu editor, aún está a prueba pero con los primeros borradores que me haz hecho llegar hizo propuestas lo suficientemente interesantes para que pueda estar aquí —

El joven que sería su editor lucia avergonzado, era un chico rubio que mantenía su mirada en el suelo, como si no creyera que le estaba sucediendo todo ello.

— En cuanto a ti Yoon, serás el encargado de hacer la portada del libro, eres alguien que nunca me ha defraudado así que confio en tu potencial. —

Jeonghan asintió y volteó a ver al editor sacando de una pequeña caja plástica dos tarjetas.

— Cuando estén listos puede llamarme para comenzar con la portada —

Choi y Seungkwan tomaron la tarjeta y sonrieron débilmente asintiendo, sin más el castaño ilustrador se fue, ya necesitaba llegar a su casa.
Con el señor Lee salió del trabajo y fueron directo a casa, al abrir la puerta lo primero que vieron fue a Yena quien corría a los brazos de su padre, Jeonghan no dudo en atraparla con sus brazos y abrazarla, siendo la mejor medicina para todo achaque suyo.

— Bienvenido a casa, abuelito Lee —

Habló la niña de manera amable, enorgulleciéndo a su padre quien la cargaba aún, Tori no tardó en hacer aparición con una capita dorada atada suavemente en su cuello, se restregó en las piernas del señor Seok y recibió de parte de él unas cuantas caricias.

— ¿Haz cuidado bien a Yena? —

La niña asintió abrazando a su papá del cuello.

— Cenaremos pronto, no se queden en el pasillo —

Pronunció la abuela de Jeonghan, quien sonrió para el señor Lee, ambos se traían algo y Jeonghan lo sabía así que sólo bajó a su hermosa niña y acarició su cabello.

— Tomaré una ducha rápida ayuda a la abuela con la mesa —

Yena asintió y fue feliz a ayudar a su abuela.
Tras ducharse el timbre sonó algunas ocasiones, Jeonghan cambiado y con una toalla en el cuello fue a abrir.

— ¿Qué haces aquí? —

Quien tocó la puerta había sido ni más ni menos que el autor Choi.

— No trabajo a estas horas —

Dijo cerrándole  la puerta en la cara al escritor sin dejarlo decir nada. Sin embargo el timbre volvió a sonar, abriendo de nuevo la puerta, vio a Choi cubrirse la nariz extendiendo una taza.

— Oh, es el señor que salvó a Tori —

Yena se asomó y Jeonghan volteo a verla extrañado.

— Papá, es nuestro vecino, es el dueño de la casa fantasma de a lado —

Jeonghan estaba avergonzado, muy avergonzado.

— ¿Podrías regalarme una taza de azúcar? —

Jeonghan asintió y tomó la taza antes de llevársela para poder llenarla.

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