Capítulo doce

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Grizzly miró desde su ventana mientras veía a ambas caminar por el jardín , Lizbeth llevaba a su hija a su paseo matutino a ver los caballos. Había  descubierto que la niña tenía  cierta fascinación  por los animales e incluso parecía  hablar más  a su alrededor.

Diciembre se estaba desarollando sin contratiempos,  las nevadas habían disminuido pero las temperaturas cada vez eran más  bajas y cada día  le estaba costando más  salir de la cama. Pero la perversión no paraba incluso después  de quedarse atascado en Nueva York por casi dos días, de muy mal humor en un lujoso hotel de Manhattan, fueron quizás  los dos peores días  en mucho tiempo. En cambio Mac sólo  quería  salir a follar a cualquier mujer lo suficientemente dispuesta sin ninguna enfermedad venérea que pudiera mantener sus piernas abiertas 48 horas seguidas. Y lo había conseguido pero...

Sus pelotas seguían azules, dolian realmente.

En muy poco tiempo Liz había  engordado lo suficiente como para empezar a tener unas caderas bastante prominentes, su cintura seguía  siendo fina pero sus pechos comenzaron a rellenarse demasiado  bien. Lejos de molestarlo se encontró  babeando a su alrededor con cada paso que daba. Max estaba horrorizado de que pudiese excitarse con el pequeño  michelín que sobresalía  de su pantalón  de cintura alta debajo de su jersey corto.

Estaba comenzando a pensar en meter más  comida en la casa aún. Realmente quería  ver una talle 100 en sus pechos... ¿Era eso enfermo?

Suspiró  llevando una mano a su pelo enmarañado. Le vendría  bien un corte de pelo...

Bajó a desayunar encontrando todo listo en la mesa aunque optó por tomar una manzana y salir en busca de su ama de llaves y el pequeño saco de babas. Fuera la temperatura era medianamente cálida  ya que el sol había  salido;  llevo su cara fria hacia el sol para que calentara la mitad de su rostro. La otra mitad en donde estaban sus cicatrices nunca más  podría  sentir nada. Ni siquiera una caricia o un beso... Tampoco es cómo si lo necesitara.

Busco en las caballerizas e incluso en dónde  se encontraba Azucarillo, el caballo favorito de Emma quién  había  aprendido esa nueva palabra hace poco, las llamó  en voz alta y se acercó hasta la playa para encontrarla desierta hasta dónde  su vista alcanzaba. Con un mal presentimiento se dirigió  hacía la parte trasera de las caballerizas en donde el largo bosque se extendía, gritando su nombre.

Un chillido lo hizo detenerse y tomar el camino más  cercano a los límites  de su propiedad con vallas electrificadas. Sentía su corazón latir demasiado rápido hasta que llegó a un pequeño claro al lado de la valla en la cuál  Lizbeth estaba intentando tirar lo que parecía  un filete crudo al otro lado de la cerca. En uno de sus saltos perdió  el equilibrio cayendo cerca de la valla con su trasero contra la hierba mojada.

—¡Lizbeth!

La mujer alzó  su mirada para verlo quedándose  estática  mientras en simples zancadas Grizzly estaba llegando a ella y levantandola del suelo,  para tomarla fuertemente de sus brazos.

—¡Es que acaso quieres matarme de un infarto! ¿Sabes lo peligroso que es lo que acabas de hacer? ¡Podrías haberte electrocutado Lizbeth! ¿Estas loca?

Liz estaba asustada intentando asimilar las palabras dichas a gran velocidad.

—Yo...No...

—¡Vayas electricas! ¡Electricidad! ¡Morir! ¿Entiendes?

—No sabía...

Grizzly soltó  a la mujer depositándola en el suelo de nuevo con suavidad sobre sus pies. La escena podría  haber resultado cómica , la había  levantando un buen palmo del suelo. Acarició  su propio pecho calmando su agitado corazón  mientras aún  sentada a varios pasos de ellos estaba la niña  quién  miraba la escena atenta.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora