Prólogo

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Grizzly sonrió mirando las nubes oscuras, cada rayo dibujaba formas macabras en la noche, iluminando todo a su alrededor.

Casi parecía como si Dios estuviese tocando una melodía siniestra allá arriba. Sonrió viendo las nubes encenderse por momentos, como un niño que observa nevar el día de navidad.

Los gruesos barrotes de la ventana se iluminaron de golpe mostrando la sombra encorvada de él mismo en el suelo, el cielo se volvió casi blanco seguido de un trueno tan fuerte que hizo estalar en carcajadas al susodicho.

Más.

¡Más!

Su habitación estaba en la penumbra, el único mueble era una gran cama prevista de ropa de cama y había dos puertas, una de ellas daba a un baño con lo indispensable para su higiene, sin espejo ni ventanas, tan vacío como el dormitorio y en la bañera gruesas cuerdas de cuerdo para amarrarlo.

Un rayo serpenteó entre las nubes, escapando rápidamente. El agua salpicaba con más fuerza el cristal casi cómo si quisiera romperlo.

¡Era tan divertido!

Grizzly se acomodo mejor en el suelo de madera, pegándo su nariz al ventanal. Sus ropas eran simples, un conjunto de pantalón y camiseta manga corta en color blanco sin bolsillos ni accesorios, sus pies estaban descalzos. Su cabello había sido afeitado al igual que su barba acentuando aún más las cicatrices tanto de su rostro cómo de su cabeza, su nariz lucía cómo si se hubiese roto en un tiempo no tan lejano.

Sus brazos habían perdido musculatura pero su espalda seguía siendo tan ancha cómo siempre a diferencia de sus caderas que estaban estrechas, debido a su bajo peso.

Por su piel serpenteaba la piel quemada ahora cicatrizada.

Escuchó la lluvia caer y sonrió de medio lado desviando sus ojos de un destello de luz a otro mientras los rayos parecían jugar entre las nubes casi retándolo a perseguirlos. Llovía caia tan fuerte, que una gruesa coortina le impidió ver el gran patio trasero al estilo francés que poseía el lugar.

Pudo escuchar los gritos de Becky en la otra habitación y río más alto aún.

¡Cómo un loco!

Cómo lo que era.

-Ey Max! -Dijo sonriendo aún sin apartar sus ojos de la lluvia-. ¡Oye ven! ¡Mira la lluvia...!

Palmeó el suelo impoluto a su lado cómo queriendo hacer incapié en su invitación, sin obtener respuesta.

Otro gran estruendo explotó entre las nubes y saltó sobre sí mismo soobrexcitado, ampliando su sonrisa de oreja a oreja, sus pupilas estaban tan dilatadas que sus ojos lucían casi negros comiéndose el poco marrón que había en él.

-¡Max te estás perdiendo toda la diversión! -Rugió mirando hacia un lado y se encogió de hombros para luego decir a la nada-. Aburrido...

Fuera ya no se podía ver ni las formas de las nubes, se habían convertido en una gran masa uniforme de color blanco y gris que resplandecía.

La puerta se abrió iluminando la oscura habitación, devolviéndole su reflejo en la ventana.

Una figura alta y masculina estaba en las puerta.

-Máx, la doc te está esperando.

Miró a un costado,mirando la nada para borrar su sonrisa lentamente hasta quedar su rostro sereno.

Él se levantó de buena gana y asintió. Le gustaba aquel guardia, camino tranquilo y con las manos en sus bolsillos.

-Ya vengo Máx -pensó frunciendo sus labios.

Grizzly (Parte I) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora