Ingenuo

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Capítulo 2 


Fuera del prostíbulo esperaba un auto negro muy elegante, parecía comprado hacía dos minutos del perfecto estado en el cual se encontraba, y eso que Mateo ya lo había comprado hacía dos años.

Es que él siempre decía: -Auto bonito es trampa de ratones para las mujeres de lujo.

Eso le había quedado tan grabado en la mente a Franco, que llegaba a tenerles lástima a las chicas con las que su amigo salía.

Mateo soltó despacio al herido abriéndole la puerta para que entrara al vehículo.

-No te preocupes, puedo irme solo -las mejillas se le habían tintado de rosa, la verdad es que Franco odiaba que lo tratasen como un debilucho incapaz de hacer las cosas por si solo. Pero el musculoso estaba acostumbrado a lidiar con los gastos de ambos cada vez que salían, a utilizar su auto para ir a buscarlo e ir a dejarlo, y hasta había veces que le compraba ropa para regalonearlo. Si no fuera porque Mateo era 100% hetero y 100% cordial con todos, pensaría que tiene otras intenciones o que su relación de mejores amigos iba mas allá.

-Juntos, -miró al pelirrojo insistiéndole-, sube.

Tras un largo suspiro, subió al auto pensando una vez más en que debería dejar de aprovecharse de la cordialidad del otro.

El viaje fue silencioso, era de noche y las calles oscuras estabas iluminadas solo con la tenue luz de los faroles. Franco estaba incómodo, no podía dejar de acomodarse en el asiento, de vez en cuando se tocaba la cara y se quejaba al hacerlo. Parecía que le gustase el dolor.

-Buenas hostias te dieron -susurró Mateo, sin dejar de mirar al frente.

Bajó entonces la cabeza. Estaba hastiado de no poder defenderse, pero simplemente cuando estaba junto a Mateo su dureza se disminuía al mínimo. Ya no podía responder, ya no lograba defenderse como quería, cualquier cosa que el musculoso dijera, Franco lo tomaba demasiado a pecho. Llegaba incluso a veces a llorar por cosas que el chico le decía en broma, y eso le irritaba.

Cuando miró a su chofer, recorrió el cuerpo de éste con sus ojos intentando no quedarse pegado mucho tiempo. Llegó luego a sus manos, los que agarraban con fuerza el manubrio lo cual extrañamente le gustaba. Mateo siempre había sido rudo, fuerte, siempre lo había protegido de los demás cuando se burlaban de él en ese entonces cuando aun no le contaba sus gustos. Su cuerpo siempre había sido tonificado lo que le llamaba mucho la atención porque Franco jamás podría llegar a eso. Era flaco y flojo de nacimiento.

Se quedaban charlando hasta tarde la mayor parte del tiempo, Mateo le contaba sus experiencias sexuales mientras que, al escuchar, el pelirrojo se imaginaba siendo una de aquellas mujeres.

Dio entonces con sus nudillos los que estabas magullados por la brutal golpiza que le dio a su agresor, se sintió feliz por ser alguien importante para su enamorado, pero defraudado por solo obtener cariño de AMIGOS.

-¿Por qué me miras tanto? -le sorprendió.

-¿Qué? -Preguntó Franco, avergonzado, dando un respingo y mirando al frente, intentando parecer lo mas frió posible.

Lo escuchó reír y tras eso, apretó sus labios avergonzado.

-Bro, estas raro

Franco se sentía borracho, además la golpiza lo había dejado atontado. Pero a pesar de todo sentía miedo de hacer cosas indebidas, de llegar a hacer las cosas que solo se atreve en sus sueños. Tenía miedo de liberar aquel espectro horrible que llevaba en su interior, aquel abominable deseo de arrancarle la ropa a Mateo y besarle, de recorrer su cuerpo con sus dedos y decirle que que disculpaba, pero no podía dejar de amarle. 

-Bro

Despabilo una vez más.

-¿Ah? -Soltó, sintiendo como sus extremidades iban desapareciendo.

Mateo sonrió, y el pelirrojo se le quedo mirando mientras se consumía en el asiento del copiloto. Era un espectáculo digno de ver, el presenciar al primer hombre que le atraía, a su mejor amigo, siendo iluminado por los pilares mientras apretaba el volante y recorría las calles de New York. 

Mordió entonces su labio y entrecerró sus ojos dejándose llevar por el sonido de las ruedas arrasando con el pavimento, entre el calor del auto y el que le producía semejante hombre. 

El celular de Mateo sonó. Sintió como el brazo del chico bajaba del volante hacia la guantera, sacando su celular con rapidez. Franco sabía quien era, o más bien, "quienes eran". 

-¿Ya tienes junta? -Preguntó, mordiéndose la lengua, arrepentido por andar husmeando en cosas ajenas. Es decir, ¿qué le importaba a él de todas formas? 

El chico se mantuvo serio, repasó la pantalla una segunda vez hasta que lo lanzó de vuelta a la guantera.

-¿Paso algo? -Preguntó el pelirrojo, preocupado. Se notaba que estaba enojado.

Pero él no respondió, de hecho, se quedo mirando al frente con la mandíbula apretada. No quiso insistirle, iba a ser demasiado entrometido. 

Pero

-¿Que sucede? 

Mierda

Mateo inhaló fuertemente y luego exhaló mientras daba vuelta por una curva, estaban pronto de llegar a la casa de Franco.

-A veces las chicas me cansan 

Eso le tomó por sorpresa. 

-¿Tati? 

-Laura -Respondió. 

Hizo rodar los ojos sin que Mateo se diera cuenta y se quedo callado para que el chico continuara con la explicación. 

-Se enojó -Soltó-. Como siempre

-¿Qué cagada te mandaste? 

-Bro, odio que me controlen tu lo sabes. Y esas nenas lo único que quieren es tenerme como perro, mordiendo de sus huesos nada más ¡Y tu me conoces! Yo no me conformo con solo un hueso. -Suspiró, hastiado-. Necesito probar mas sabores

Podrías probar un hueso diferente -pensó

-Oh, entiendo. -Se limitó a decir

-Se enojó porque le dije que me fui de fiesta. ¿Y sabes lo que dijo? 

Franco le miró levantando la barbilla para que continuara.

-Que si la amaba debía dejar de andar de fiestas ¡¿Te crees eso?! 

-Dile que no la quieres entonces -intentó aconsejarle, aunque sabía que era una conversa absurda. Siempre era igual. Se quejaba de pero seguía con ellas, y ellas se quejaban de Mateo pero le buscaban siempre. 

-¿Y perderme de una buena follada? Nah. Prefiero que se les quite el arrebato nada más. Llegan solas a mí de nuevo

Lo sé

-Ya bro, ¡llegamos! -Exclamó

El auto se detuvo. Se miraron a los ojos, y eso fue todo para que lograra ser un momento bello para Franco. 

Chocaron puños y el pelirrojo bajo del auto, intentando ser lo más varonil posible. 

Así era todos los días. 


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Franco y MateoWhere stories live. Discover now