—¿Y de qué se trata?

—Sabía que nos íbamos a entender y llevar muy bien. —Se entusiasma, halando mis notas.

Se las arrebato, temerosa de que descubra lo que estoy escribiendo realmente y aunque no podría dar con mi identidad a partir de ello, tampoco quiero que lo lea ni una coma de mis palabras.

—Disculpe, son cosas personales.

—De acuerdo. Espero no estés escribiendo tu nombre y el Magnus encerrados en un corazón.

—¿Por qué le preocupa tanto eso?

—¿Quién dice que me preocupa? No estés a la defensiva que solo estoy bromeando contigo, ya sabes, para crear ambiente más ameno.

—¿De qué se trata su tarea? —cuestiono nuevamente, ignorando su explicación.

—Es más que obvio para todos que en un futuro muy próximo Magnus terminará pidiéndome matrimonio. Así que lo escuché esta mañana hablar algo con Francis sobre obras benéficas y se me ocurrió la brillante idea de presentarle un proyecto para deslumbrarlo y que se dé cuenta de que si me pide ser su esposa, me convertiré en una grandiosa reina que se preocupa por su pueblo, sin embargo, no se me ocurre nada.

—¿Sabe de alguna problemática en específico sobre la que se pueda trabajar?

—No creas que soy tonta, ¿de acuerdo? Quiero algo que no sea muy complicado y que sirva para ayudar a los más necesitados.

Pensamos por un rato, descarto algunas ideas mentalmente hasta que en alguno de mis recovecos se dispara el horrible recuerdo de aquellos días en los que no probé bocado y así surge el plan de un comedor benéfico.

—Es una excelente idea, Emery —me felicita —. De llevarse a cabo le pediré a Magnus que ponga una placa con mi nombre para que el pueblo vea que fue mi iniciativa.

—Me alegra haberla ayudado.

Los golpes en la puerta me salvan de cualquier otra intervención de su parte y doy gracias a la vida cuando un guardia se adentra.

—Lamento la interrupción, pero la señorita Emery ha sido solicitada en la oficina del rey Magnus.

Por el rabillo del ojo logro ver la expresión de desagrado de la mujer, quien no se resiste en revelar lo que piensa.

—Una vez es coincidencia, dos son ganas —suelta lo suficientemente alto para que solo yo pueda escucharla —. Parece que cada vez que estamos juntas, Magnus te requiere para algún asunto.

—Con su permiso, señorita. —Es lo único que respondo, yendo hacia el custodio.

El hombre me lleva hasta la segunda planta y para mi sorpresa me permiten el ingreso sin ser anunciada. Al interior del espacio de trabajo encuentro a su majestad en compañía de su primo, el rey Gregorie, quien sonríe animado una vez me ve llegar. Les ofrezco una reverencia como muestra de respeto, sin embargo, después de eso ya no que más hacer.

—Es perfecta —dice, reparándome —. Ya tenemos todo lo que nos hacía falta, ahora planeemos la movida.

—Te lo dije. Nadie sospechará de ella.

—¿Buenas tardes? —saludo al ver que estoy siendo ignorada.

—Siéntese, señorita, tenemos un trato que ofrecerle —comenta el soberano de Cromanoff, señalando la silla a su lado —¿Conoce el reino de Grencowck?

—He escuchado sobre él. Está gobernado por el rey Aldous Sigourney.

—Y la reina Grace. El reino está cimentado sobre toneladas de oro, tantas que considero necesario que las compartan. ¿Usted no lo juzga igual?

El perfume del Rey. [Rey 1] YA EN LIBRERÍAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora