¡Vida mía, que horrible suena eso!
Intento enfocarme y recordar que todo es parte de un plan, que no soy un presente y que nadie lo es.

—Será lo mejor, porque tengo muchas cosas que contarte antes de perder la cabeza.

Nos guía hasta su oficina, tan extravagante como su vestimenta. Se queda a mi espalda y no me toma mucho tiempo notar que me observa caminar, por lo que disimuladamente me muevo, escondiéndome delante de la figura del monarca de Cromanoff.

—¿Ella nos acompañará? —pregunta, tomando lugar —. Sabes que los temas políticos me gusta tratarlos solamente con varones.

—Debo cuidarla. Es una de las más grandes bellezas de mi reino. No puedo perderla de vista y dar pie a que se la roben.

—Como gustes, después que no abra la boca.

—Tú te la quedarás, de ti depende. —Le dedica una sonrisa pícara que me revuelve el estómago. El rey Gregorie es un buen actor.

El hombre se emociona, sus ojos relucen, mientras me dedica otra de esas miradas que me hacen sentir incómoda y que por el momento debo fingir que no me afectan.

—No es mi tipo de mujer por completo, pero tiene algo que me intriga. ¿De dónde la has sacado?

—Primero los negocios, Aldous, enfócate.

—De acuerdo —se estira antes de apoyarse sobre el escritorio —, ¿desean algo de tomar?

—¿Allia, quieres algo? —Pregunta, ladeando el rostro.

—Paso por esta vez.

—¿Por esta? —Las cejas del soberano Sigourney se levantan —. ¿Ya estás convencida de que habrá más de una ocasión?

—La seguridad es la mejor arma de una mujer, majestad. —Repito la frase que me enseñó la señorita Vanir.

—Me gusta —le dice a Gregorie —. Parece que ya entiendo por qué la trajiste.

—Solo lo mejor para los mejores. —Le secunda.

—Bueno, no perdamos tiempo para que podamos pasar rápido a la acción —se reacomoda, emocionado —. Sabes que no pido mucho, solo quiero las tierras que Magnus V me robó y si no está de más un poco de oro también.

—Básicamente, me pides que traicione a mi primo.

—No lo veas de esa forma, primero escucha lo que tengo para ofrecerte y luego lo meditas. Me devuelves mis tierras y juntos nos iremos contra Plate. Está en ruinas, el gobierno no se sostiene. Hace poco vinieron a pedirme ayuda nuevamente, pero volví a negarselas. Son una presa fácil.

—No entiendo tu punto. Puedes atacar a Plate si lo deseas y quedarte con él. ¿Qué tengo que ver ahí?

—Quiero que te vengas conmigo, que seas mi aliado para atacar Lacrontte y poder tener mis tierras devuelta.

—Eso significaría traicionar a mi primo ¿Yo que ganó con eso?

—Si te unes a mí, te aseguro que nos quedaremos con mi pequeño vecino, nos dividiremos su terreno y dejaré que te lleves la mejor parte.

—¿Hablas del lado costero? Es el único pedazo que vale la pena de ese reino.

—Su puerto es una mina de oro que no han sabido cuidar y puede ser tuya. Te la cederé para que veas cuan generoso soy.

—Pero me ganaré a Lacrontte de enemigo. No es una inversión que valga la pena. Magnus me destruirá.

—No lo hará, yo te respaldaré. Lacrontte se quedará sin aliados, además, conoces todo sobre ellos. Sus armas, sus estrategias, sus debilidades y fortalezas.

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