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Fueran cuales fueran las experiencias que Bucky había vivido en la capital de Indiana, ni Sam ni Steve pudieron conocerlas en ese momento. Esa misma tarde, tras salir del buffet —donde Steve aprendió que era más barato comprarle un traje a medida a Sam que invitarlo a comer—, recibieron una llamada de Phillips para interrumpir sus pequeñas vacaciones. El FBI había solicitado la presencia de ambos en la primera reunión oficial para la siguiente mañana, de modo que no tuvieron más remedio que tomar un avión de vuelta a Nueva York de inmediato. 


Steve llegó temprano, exactamente a las ocho menos cuarto de la mañana. No había podido pegar ojo en toda la noche dándole vueltas a todo cuanto Becca les había contado, revolcándose en la nostalgia que su encuentro había despertado. Mucho más incluso que cuando reconoció a Bucky en medio del asalto en la calle. Rebecca no había cambiado, era tal como la recordaba, y recibir uno de sus abrazos le había trasladado rápidamente al pasado. 

Un pasado en el que ambos aún eran muy inocentes. Pero aunque esa inocencia se había evaporado, Steve enmarcó la polaroid de Bucky con su sobrino y se la puso en la mesita de noche junto a la cama. No importaba cuánto más se torciera la historia, así nunca olvidaría que el temible Soldado de Invierno había sido ese chico tierno y cariñoso que él tuvo la suerte de conocer.

—Agente Carter — saludó Steve nada más entrar al hall de la comisaría y encontrarse con la rubia cerca del ascensor. 

—Agente Rogers — devolvió el saludo —, agradezco su puntualidad. 

Aquello había sonado realmente como una puya a su retraso del primer día. Pero estaba bien, se la merecía. 

Las puertas del ascensor se abrieron y ambos entraron acompañados por otros dos agentes de la comisaría, quienes se quedaron en un rincón hablando sobre el último partido de la NFL. Steve no era un fan del fútbol americano, probablemente de ningún deporte que involucrara una pelota debido a todas las que le rebotaron en la cara durante su infancia, pero era mejor escuchar aquella conversación que ser consciente de la enorme tensión que flotaba entre la agente Carter y él. 

Tal vez era la paranoia instalándose en su cabeza por estar guardando el enorme secreto de haber sido amigo íntimo del infame asesino que iban a perseguir juntos. O simplemente se trataba del respeto que le provocaba cualquier agente del FBI por ser la meta a la que quería llegar. Fuera como fuera, sentía su cuerpo tan rígido que prácticamente salió corriendo cuando las puertas del ascensor se abrieron. 

—Por aquí, Rogers — le informó la rubia en cuanto le vio tomar la dirección contraria. 

Encontrándose la central del FBI en Washington D.C., Phillips había habilitado la sala de reuniones de la última planta de comisaría para que los federales se instalaran y pudieran llevar a cabo la investigación con mayor comodidad y cercanía. La enorme mesa rodeada de sillas que solía ocupar la estancia había desaparecido para dejar espacio a cuatro escritorios, sobre dos de los cuales reposaban ordenadores de última generación que, Steve estaba seguro, llevaban el sello del FBI. Al fondo se encontraba una máquina de café ya llena y sobre esta, cubriendo la pared por completo, un enorme mural con varios informes y fotografías conectados a través de gruesos hilos rojos. 

Steve habría estado sumamente impresionado con el enorme esfuerzo que aquello había requerido, de no ser porque sus ojos se quedaron fijos en una de las fotografías. La más grande de todas, aquella que presidía el collage y mostraba el motivo por el que estaban ahí: el Soldado de Invierno. James Barnes de frente y de perfil el día que le apresaron, apenas tres meses atrás. El cabello retirado hacia atrás y la barba rasurada le permitieron observar mejor el rostro de su viejo amigo y enseguida volvió a experimentar la sensación que vivió en la calle durante el asalto. 

Undisclosed [Stucky UA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora