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—Creo que no te sigo. 

Steve no podía culpar a Natasha por no entender la magnitud de lo que sus últimas, de hecho únicas, palabras formuladas al llegar al apartamento realmente significaban. Ni siquiera él, que conocía el contexto que las rodeaba, era capaz de comprender todo el asunto. Porque ¿cómo era posible que Bucky Barnes, aquel niño siempre atento y cariñoso con él en el pasado, se hubiera convertido en un implacable sicario? No era posible. No lo era. Y aún así, lo había visto con sus propios ojos, incluso lo sufrió en sus carnes. En su brazo, más concretamente, el cual aún dolía. Como si ese dolor fuera un recordatorio de que todo lo vivido horas antes había sido tan real como el sofá en el que estaba tumbado. 

—Hoy he tenido el día más loco en toda mi carrera como policía — suspiró pasándose una mano por el rostro en un vano intento de borrar las imágenes que no dejaban de atormentar su mente.

—Vamos, no será para tanto. Ya sé, te prepararé un chocolate caliente, eso siempre ayuda.

—Casi que prefiero una copa... 

—¡Mucho mejor! Creo que aún queda algo de vodka de la última vez... — dijo mientras rebuscaba en el fondo de uno de los armarios de la cocina. De su cocina, cabe decir. La amabilidad de Natasha consistía en ofrecer lo que otros tenían. Pero era amabilidad, después de todo, por hacer el esfuerzo de buscar dos vasos y servirlos sin queja. 

El sonido del cristal siendo depositado sobre la mesita le hizo abrir los ojos y moverse para quedar sentado, encorvándose sobre sí mismo con la cabeza prácticamente entre las rodillas. Cogió el vaso y apretó los labios antes de imitar a la mujer y bebérselo de un trago. La idea de emborracharse era tentadora, de seguro le permitiría dejar la mente en blanco, pero tuvo que declinar la oferta de Natasha de rellenárselo al recordar la reunión con Phillips para el día siguiente.

—Vamos, cuéntame qué ha pasado. 

La misión en colaboración con el FBI contenía unos niveles de secretismo que Steve se veía obligado a mantener. Hablarle a Tasha sobre el Soldado de Invierno sería romper su palabra. No obstante, la misión había salido mal, ¿no? El soldado estaba libre y él, a las puertas del despido. Así que, ¿qué más daba? De todos modos, dudaba que ella fuera a contárselo a alguien más o que a alguien de su círculo laboral pudiera interesarle el asunto.

—Nos encargaron escoltar a un preso, un importante sicario de la mafia rusa y, para no entrar en detalles, básicamente ha sido un absoluto fracaso. Nos hemos visto atacados y el objetivo ha escapado.

—Y el fugitivo ha resultado ser ese amor de infancia que has mencionado, ¿no? — le interrumpió —. Por eso estás así.

Steve miró a su amiga rubia. No era rubia natural, de eso estaba seguro aunque se encargara, con una obsesión propia de mujeres, que sus raíces nunca mostraran su verdadera naturaleza. Y no es que Steve hubiera comprobado si el felpudo combinaba con las cortinas. No había cruzado nunca esa línea con ella y no tenía pensado hacerlo en un futuro. Pero las estadísticas no contrastadas en las que se basaban los cliché constataban que una rubia natural no tenía esa chispa de astucia que su casi hermana había mostrado en incontables ocasiones. Como en ese momento. Tasha parecía ser la única capaz de ver venir ese giro de acontecimientos sin apenas tener información. 

—¿Cómo has llegado a esa conclusión tan rápido?

—He visto cómo te afecta fracasar en el trabajo y estás mucho peor. 

Steve quiso decir algo, apelar por sí mismo y decirle que no era tan predecible pero, a quién quería engañar, lo era. Incluso Sam sabía que era como un libro abierto, y él no era de fijarse en esas cosas. 

Undisclosed [Stucky UA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora