II - Interferencia

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Runa dejó caer a Oriel en la tierra y voló lejos, haciendo que se despertara, aún consumida por el dolor de la transformación. Su cabeza daba vueltas mientras abría los ojos y los cerraba con rapidez, intentando adaptarse al nuevo lugar donde estaba, detener la nueva calidad borrosa de su visión.

Gotas de agua caían sobre su cara, sobre su cuerpo, se deslizaban a través de él, sin embargo, ya no le dolía su roce, solo le provocaba un ligero cosquilleo en la zona, como si su piel fuera más sensible al elemento.

La lluvia era más fuerte donde estaba, lejos del Reino, podía escuchar algunos truenos y el estruendo que causaba el fuerte y rápido golpe del agua contra el suelo y las rocas, a su lado se encontraba un gran río. Con dificultad, logró sentarse pero las cosas aún seguían borrosas, el agua era muy fuerte y el lugar donde estaba muy oscuro.

Llamó a Runa, esperando encontrarse con sus ojos rojos, deseando que fuera capaz de protegerla de la lluvia con sus alas, sin embargo, no obtuvo respuesta, no hubo gruñidos ni ojos brillantes, solo el sonido causado por la tormenta y el de su propia voz. Se dejó caer de nuevo, sin siquiera preocuparse por el estado deplorable de su ropa que ya estaba completamente cubierta por fango, su vestido rojo se tornó vinotinto y sus zapatos de tacón habían desaparecido al igual que la réplica de Runa, lo único intacto era el collar con el colmillo de su dragón.

Un poco de lodo entró a su boca y ella lo escupió asqueada, debía levantarse pero estaba exhausta, se sentía pesada y enferma, las marcas eran tan sensibles que cada vez que una gota tocaba una de ellas se estremecía, para su suerte muchas de estas estaban ocultas por el vestido, siendo las únicas visibles las de sus manos y cara.

Se acostó con la espalda tocando la tierra mojada, mirando al cielo sin ver nada en realidad, dejando que el agua le recordara lo real de la situación o, al contrario, le demostrara que todo era un sueño y pronto despertaría en su habitación, su abuela gritando y su madre tocando su puerta furiosa. Cerró los ojos, permitiéndose imaginar la escena, casi en cámara lenta, repitiéndose una y otra vez en su cabeza.

Escuchó voces y el aleteo de un dragón, estaba segura que era Runa, reconocería el sonido de sus alas al moverse no importa a donde fuese, sin embargo, las voces eran extrañas, no podía reconocer el idioma que hablaban, el tono de estas era suave y delicado, como si hablaran más con los árboles que entre ellos, como si fueran el viento.

Quiso abrir los ojos pero no podía, su cansancio era superior a su curiosidad, solo podía confiar en sus oídos así que se enfocó en eso.

Escuchó ramas crujir, el sonido era fuerte y aumentaba cada vez más, creyó escuchar al viento respondiéndole al crujido, acompañado por un fuerte cascabeleo.

Pronto pararon y, al mismo tiempo que la lluvia empezaba a ceder, un repentino ardor inundó su estómago, dándole las fuerzas necesarias para levantarse y abrir los ojos. Estuvo a punto de caerse pero Runa la sostuvo, empujándola con su cabeza hacia adelante.

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