45. Sin vacilar

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Acelero, aunque el semáforo este en rojo, y sea un paso de peatones. Derrapo hasta quedarme junto a ellas.

- ¡Sharon! - Me grita Adrienna, asustada.

- Bájate del coche. ¡Ahora! - Le chillo.

Me bajo yo también. Manna y su acompañante se han separado del susto. Ja, yo no la hubiera soltado jamás. Manna abre más sus preciosos ojos al verme. La agarro del antebrazo sin decir nada, ella se resiste un poco, pero paso mi pie bajo los suyos para que caiga dentro del coche. Cierro con fuerza cuando yo entro y bloqueo las puertas. Salgo quemando rueda y me incorporo a la primera calle que veo sin decir absolutamente nada.

- ¿Qué coño te pasa? ¡Esto es un secuestro!

- Exacto. - Le digo. - Eso es exactamente lo que es. - Acelero.




Manna

- ¿Qué coño te pasa? ¡Esto es un secuestro! - Chillo asustada en el asiento del copiloto. Me ha tirado aquí dentro como su fuera una bolsa de trastos. Ni siquiera presto atención a la postura en la que estoy, solo quiero salir de aquí.

- Exacto. - Dice con voz grave y ojos afilados. - Eso es exactamente lo que es. - Se me cae al alma a los pies, y cuando veo como acelera siento que he perdido la voz. ¿Es que ha perdido la cabeza? ¡Se le ha ido completamente!

- Sharon. - Intento decir pausadamente, evitando sentir las emociones que decir su nombre me provoca. - Para el coche.

Ella continúa conduciendo sin prestarme atención. Tiene la mandíbula en tensión, tanto que puedo ver sus tendones contraídos. ¿Qué le ha pasado? Esta mañana parecía decaída, no tan furiosa. Decido cambiar de técnica.

- ¿A-A dónde vamos? - Me tiembla la voz, no puedo evitarlo. Sharon me mira un solo segundo, con sus penetrantes ojos verdes. Pero rápidamente vuelve a poner atención a la carretera, sin contestarme.

Pasamos las ultimas casas de la periferia, hemos salido de la ciudad. Sharon toma la entrada a la autopista. No tengo coche, no conduzco, así que no sé a dónde vamos. Estoy tan nerviosa que no me fijo en los carteles. Sharon se pone en el carril de la izquierda, mete otra marcha más y sobrepasa a todo el mundo a una velocidad alarmante. Como último recurso, intento abrir la puerta. No se abre. Vuelvo a mirar a Sharon. ¿Qué demonios está pensando?

No. No puedo dejar que me asuste.

- Sharon. - Trago saliva. - Te lo advierto, déjame bajar.

Ella me ignora completamente. Muy bien. Tú lo has querido, Sharon. Me armo de valor y agarro con ambas manos el freno de mano. Sera peligroso, pero al menos parare el coche. Nada más lo agarro Sharon me aparta con un solo brazo las manos del freno.

- ¿Quieres bajar? ¿De verdad quieres bajar? - Me pregunta, cabreada apartando dos veces la vista de la carretera para mirarme. Tiene el ceño un poco fruncido, pero levanta mucho las cejas y saca el labio inferior cuando vuelve a hablar. - Vale, bájate.

Antes de que pueda pensar en lo que ha dicho el coche empieza a derrapar y a cambiar de carril. Chillo y me agarro al asiento. El coche frena en seco y como no tengo el cinturón de seguridad puesto me golpeo contra el salpicadero del coche. Estamos detenidas en el arcén de la derecha. Casi con lágrimas en los ojos y las manos temblorosas, agarro la manilla y salgo a toda prisa. Me alejo unos metros antes de darme la vuelta y ver las marcas negras que hay en la carretera del frenazo de Sharon.

- Loca... - Susurro. - ¡Estás loca! - Le chillo con todas mis fuerzas antes de girarme y mirar hacia dónde puedo ir para alejarme. Estamos en medio de una autopista, pero rodeada de árboles. Solo tengo que cruzar la autopista que hay al lado.

- ¡Tú me estas volviendo loca! - Escucho como me grita a pleno pulmón saliendo del coche y dejando la puerta abierta. No le contesto. Salto el guardarail.

- ¿Vuelves a irte? ¿Sin ni siquiera escucharme? ¡Eres una desagradecida!

- ¿Que se supone que tengo que hacer, darte las gracias por desaparecer y después liarte con una rubia rabiosa?

Escucho como viene detrás de mí. Antes de lo que me esperaba me tira del brazo, forcejeo un poco, pero me agarra de las muñecas y me las pega al pecho. Se acerca mucho a mi cara.

- Cállate y escúchame de una puta vez.

- ¡No quiero! ¡Suéltame! - Le chillo y me resisto con toda la fuerza que tengo y sin vacilar.

Ella me empuja con todas sus fuerzas y hace que caiga de espaldas al césped que hay entre las dos autopistas. Dios, espero que nadie nos esté viendo. Sin vacilar me besa e introduce la lengua dentro de mi boca sin pedir permiso. Intento quejarme, pero suena más como un gemido. ¿Qué demonios hace? No consigo que se aparte así que me muerdo la lengua con fuerza. Sorprendida, se aparta y me suelta una mano un segundo para llevársela a la boca. Aprovecho y le doy una bofetada. Toda su cabeza se gira con el golpe. Me quedo helada. Dios, le he dado muy fuerte. Y no se está moviendo. Ya no me siento tan valiente... Sharon gira la cabeza, parece tener los ojos vacíos.

Se inclina un poco y me aparta un mechón de pelo que ha quedado entre mis ojos.

- Lo intento, de verdad... Pero tú no me escuchas. - Dice. Tiene la mejilla roja y tiene pinta de doler. Pone las manos en mis mejillas. - Te sigo amando, pero tú no me crees.

Empieza a temblar encima de mí. Cierra los ojos.

- Sé que me odias, pero yo no quería eso. Sé que te he herido más de lo que nadie lo ha hecho jamás, pero tienes que creerme, lo hice siempre por ti. Pensaba solo en ti. - Se sorbe un poco la nariz y abre los ojos. Rápidamente un par de lágrimas caen sobre mi cara. Sus ojos brillan, es como si el verde se hiciera más brillante frente a mí.

- Pero ya lo he entendido. No volveré a cruzarme en tu camino. Lo siento, solo dame unos segundos.

Sigo petrificada. No acabo de procesar nada de lo que ha dicho. Cuando se incorpora un poco y me suelta la cara, es como si escuchara por primera vez su última frase. ¿No volveré a verla? ¿Jamás? No quiero eso, al menos ya no.

Vuelve a sorberse la nariz. Oh, no. Se va a levantar. Me dedica una sonrisa triste y dejo de ser yo misma. Algo que estaba enterrado dentro de mi vuelve a renacer. Con cuidado, pero rápidamente, le agarro la cara como ella lo ha hecho hace tan solo un segundo. Noto el calor de su mejilla enrojecida en la palma. Y sin dudar, sabiendo lo que tengo que hacer, la beso y esta vez soy yo la que mete la lengua en su boca sin avisar. Casi suelto un gemido cuando encuentro su lengua. Un escalofrió me recorre toda la columna.

Oh, dios mío...

La chica nuevaWhere stories live. Discover now