Supervivencia

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—¿Cuánto tiempo más piensas estar de espía? —me pregunta Carla—. Llevas así toda la semana.

—Yo no estoy de espía —replicó, aunque en el fondo sé que no es verdad. La forma en la que Hobi me ha rechazado hace que me sienta cómo un niño otra vez. De pronto, vuelvo a recordar por qué dejé de hacer caso al mundo exterior. Pero me cuesta volver a mi rutina de siempre con todos los ruidos que me llegan de fuera. Ahora me fijo en cosas a las que antes apenas prestaba atención. Oigo el rumor del vientos que agita las ramas de los árboles, y los cotilleos de los pájaros por la mañana. Veo los rectángulos de sol que se cuelan por mis contraventanas y recorren lentamente la habitación durante el día...

Mirándolos, veo cómo pasa el tiempo. Cuanto más trato de separarme del mundo exterior, más empeñado parece en entrar.

—Llevas varios días leyendo las mismas cinco páginas —observa Carla señalando con la cabeza mi ejemplar de El señor de las moscas.

—Es que es un libro horrible.

—¿No era un clásico?

—Es horrible. La mayor parte de los chicos son unos idiotas que se tiran el día hablando de perseguir y matar cerdos. Jamás había tenido tantas ganas de probar el beicon.

Carla se echa a reír, pero su risa suena más bien desganada. Se  sienta en el sofá a mi lado y me coloca las piernas en su regazo.

—Cuéntamelo —dice. Dejo el libro en la mesa y cierro los ojos.

—Preferiría que se marcharan —confieso—. Antes era más fácil.

—¿Qué era más fácil?

—No sé... Ser yo. Estar enfermo.

Ella me da un apretón cariñoso en la pierna.

—¿Sabes qué? Eres la persona más fuerte y más cálida que conozco. Y ya puedes creértelo, porque es verdad.

—Carla, no tienes por qué...

—Shh. Escúchame, ¿quieres? Llevo varios días dándole vueltas. Está claro que todo esto te agobia, pero sé que saldrás adelante.

—Yo no estoy tan seguro...

—No pasa nada: yo estoy segura por los dos. Llevo quince años en esta casa, contigo, así que sé de lo que hablo. Cuando empecé a trabajar aquí, pensé que acabarías por deprimirte, sólo era cuestión de tiempo. Y hubo un verano en el que estuvo a punto de ocurrir, pero al final lograste salir de ahí. Cada día te levantas y aprendes algo nuevo. Cada día encuentras algo por lo que alegrarte. Cada día, sin faltar uno, tienes una sonrisa para mí. Te preocupa más por tu madre de lo que jamás te preocupas por ti mismo.

Creo que nunca había oído a Carla decir tantas palabras seguidas.

—Mi Rosa... —empieza a decir, pero de pronto se interrumpe. Se apoya en el respaldo y cierra los ojos, abrumada por una emoción que no alcanzo a comprender. —Mi hija Rosa —prosigue al fin —podría aprender un par de cosas de ti. Tiene todo lo que puedo darle, y aún así piensa que no tiene nada.

Se me escapa una sonrisa. Por más que se queje Carla de su hija, sé que la mima todo lo que puede y más. Entonces abre los ojos, y la expresión de pena que tenía hace un momento se desvanece.

—¿Lo ves? Ahí está la sonrisa de siempre —me da una palmadita en el muslo—. La vida es dura, mi niño. Pero todo el mundo acaba por arreglárselas.


TodoTodo || HopeVWhere stories live. Discover now