—Invierno no hagas esto —exclamó frustrado.

—No tu no hagas esto —grité con la voz cortada— no finjas ser mi amigo por que me tienes lastima, no finjas quererme cuando no es así.

—No lo hago —susurró— no lo hago.

El silencio se hizo presente tan duro, tan doloroso.

Un toque en la ventana llamó nuestra atención.

—Que bueno que llegan, será mejor que entren —dijo mi madre cortando el silencio.

Yo abrí la puerta para bajarme.

—Tu también Santiago —ordenó mi madre mirándole.

—No gracias, tengo que ir a casa —contestó bajando la mirada.

—No cariño tienes que entrar, estamos en alerta amarilla se acerca una tormenta —explicó preocupada.

—No sabía pero en ese caso tengo que ir a casa, mamá se preocupará si no llego —contestó con una sonrisa torpe.

—¿Vives cerca? —preguntó preocupada.

—En Sky —contestó.

—Imposible ya cerraron la montaña, pero tranquilo yo llamaré a tu madre —resolvió.

Él suspiró y me miró algo incómodo.

—Quédate —acepté, estaba muy confundido con los sucesos pero no lo suficiente como para dejarlo irse en una tormenta.

Entramos a la casa apresurados, la nieve se estaba haciendo más pesada.

Esto era nuevo para mi por lo que me estaba costando trabajo, estaba por caer cuando Santi me sostuvo.

—¿Estás bien? —preguntó mi madre.

—Si —exclamé cansado.

Santiago me ayudo hasta que entramos a la casa.

Nos sentamos en la cocina, mi madre nos sirvió algo de chocolate caliente.

—¿Dónde están todos? —pregunté.

—Sunshine llegará en quince minutos, Charms está tomando una siesta y Nike está ayudando a la vecina así que no tardará en llegar —contestó.

—¿Y papá? —pregunté algo desconcertado.

—Se quedará en la oficina así que está seguro —sonrió tranquila.

Santiago tomó la tasa, estaba por dar un sorbo pero negué con la cabeza.

Él se detuvo.

—Tranquilo está rico, mis hijos son muy exigentes —sonrió ella, bebió un trago que después devolvió— mejor no.

Santiago sonrió y dejó la tasa en la mesa, se le veía algo triste.

—Será mejor que llame a mi madre —sonrió cansado.

—Claro, puedes ir a la sala si quieres algo de privacidad —ofreció mi madre.

Él aceptó y fue a la sala.

Mi madre me miró preocupada.

—¿Todo bien? —preguntó.

—No le gusta el frío —conteste abrumado.

—Bueno no es el único —dijo ella tomando de nuevo al chocolate para repetir la acción — será mejor que lo tire.

Él tardó un momento, mis hermanos llegaron al poco rato, para la cena todos nos sentamos en la sala para cenar.

Winter Jones, las sombras de invierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora