Capítulo 32

5.2K 391 15
                                    

– ¿Nadie? –pregunte vacilante. Me costaba trabajo creerlo.

–Sí, nadie.

– ¿Por qué tu madre tiene miedo? ¿Planeas romperme el corazón? –Se movió ligeramente, se apoyó sobre los codos para poder ver mi rostro.

–No. Es solo que piensa que será difícil persuadir a mi padre.

–Ya veo –toco mi mejilla.

–Sé que pido algo difícil, pero confía en mí y en el hecho de que ella no significa nada para mí.

–Pero ella es perfecta… –era una tonta. Arqueo una ceja.

– ¿Crees que es más bonita que tú?

–Si –admití.

–Jen eso no es cierto.

–Tienes que admitirlo, es la verdad, es más alta, más elegante.

–Eso no me importa, solo me importas tú. Que cada vez me vuelves más loco –no pude evitar sonreír.

–De eso no soy culpable, tú ya estabas loco cuando te conocí.

–Entonces tú lo potenciaste –volvió a recostarse sobre mí. Así nos quedamos toda la noche, desnudos enlazados. Sabía que tenía que confiar en él, pero lo imaginaba con ella del brazo y me retorcía del coraje, eso realmente iba a resultar muy difícil.

Cuando abrí los ojos él ya no estaba. Me puse rápido algo que encontré, pues recordaba que mi ropa había terminado mojada en el baño. Aún era temprano, estaban por ser las 7. Escuche ruidos abajo y con rapidez llegue a la cocina. Fue una imagen que ame, estaba en la estufa moviendo algo dentro de una cazuela.

– ¿Te desperté? –Pregunto apenado– es que tuve algunos problemas técnicos. Es que no se me dan bien los huevos. ¿No es una ironía? puedo cocinar otros platillos perfectos pero los huevos no.

–Sí que lo es –me acerque y lo abrace por detrás– tienes que moverlos así –dije mientras sujetaba su mano y movía el contenido de la cazuela. Mire alrededor y descubrí un plato en el piso y cascarones de huevo– ¿Qué paso aquí?

–El aceite salía mucho y trate de cubrirme –no podía imaginarme algo así.

–Por eso tienes que disminuir la intensidad de la flama –dije regulando la perilla de la estufa.

–Podrás ser una experta, pero mis fideos son mejores que los tuyos –reí y le di un golpe en el estómago.

–No te metas conmigo –advertí. El sonido del timbre nos sacó de nuestra conversación– ¿Esperas a alguien?

–No.

– ¿Tengo que esconderme? –pregunte preocupada.

–Claro que no.

– ¿Y si es tu papá?

–Solo espera aquí –lo vi dirigirse a la puerta y busque un lugar donde ocultarme, no había muchas opciones, entre a la despensa, era un pequeño cuarto con una puerta de madera con aberturas, algo similar a la puerta de un armario. Como pude entre sin pisar nada y cerré la puerta. Escuche unos pasos.

–Espero no ser una molestia –me quede boquiabierta, era ella, Marian. Quien con un vestido que dejaba al descubierto sus moldeadas piernas se situaba delante de la mesa y la observaba con curiosidad.

–En realidad es un poco temprano –dijo él tratando de mantener un tono neutro de voz.

–Veo que cocinas.

-Sustituta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora