6 | Consejos del abuelo

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Todos los presentes ayudamos a poner la mesa y justo cuando íbamos a empezar a devorar todo, mis abuelos llegaron. Mi abuela depositó un beso en mi mejilla y mi abuelo sonrió al verme para después revolver mis cabellos con sus dedos.

—No importa cuántos años cumplas, Noah, para mí siempre serás mi bebé. — dijo mi abuelo.

Mi madre puso los ojos en blanco al tiempo que relucía una sonrisa cargada de felicidad en su rostro, le dio palmaditas al abuelo en el hombro y entonces lo condujo a él y a la abuela a sus respectivos asientos para entonces empezara a devorar todo lo que estaba en la mesa.

— ¿Y a qué universidad piensas asistir? — interrogó mi padre a Ari. El aludido sonrió con amabilidad.

—Aún no me decido, hay muy pozas escuelas de música en el país. — respondió Ari en tono amable. Y yo me odié por sentir un poco de celos de él en ese momento.

Mi padre, por su parte, dejó de comer por un momento para procesar la respuesta, hizo una mueca de disgusto y dirigió la mirada al señor Castell.

— ¿Tú estás de acuerdo, Arthur?

El señor Castell lo miró como si hubiese hecho la pregunta más tonta del mundo.

—Esa es una decisión que no me corresponde tomar. — dictaminó el señor Arthur Castell.

Mi padre lo miró con seriedad como si no comprendiera las palabras del señor Castell.

—Bueno, da igual. Cada uno sabrá cómo educa a sus hijos, solo espero que no le metan esas ideas tontas a Noah.

Sus palabras fueron como una balde de ácido, que además de dolerme, me hacían odiar mi existencia; Ni de loco mi padre iba a dejar que me convirtiera en músico, y para mi desgracia, eso era lo que más anhelaba en la vida.

Al terminar los platillos principales ayudamos a mi madre a repartir el postre de calabaza. Creí que para cuando lo tuviera en mi boca mi ánimo iba a revivir, no obstante, lo dulce del postre no podía competir contra la amargura que acechaba mi corazón.

Mi joven tía Opal me sacó de mis pensamientos cuando se paró frente a mí con un pañuelo en las manos.

—Te tenemos una sorpresa. — dijo llena de emoción. Tapó mis ojos con la prenda y dejé que me condujera hacia la supuesta sorpresa. Una vez que llegamos al lugar todos contaron hasta tres para descubrir mis ojos.

Me quedé atónito en cuanto vi un lindo escarabajito rojo frente a mí. ¡Un auto! ¡Me habían comprado un auto! ¡Por fin! Mamá ya no tendría que llevarme todos los días, ni Ari tener que traerme. Ahora podría empezar a ser más independiente. Sin duda este era un regalo genial que le daba cuerda a mi alegría para que no muriera.

Después de la sorpresa mi ánimo se reavivó, jugamos UNO y mímica hasta que la tía Opal y la familia Castell tuvieron que retirarse. Ayudamos a mi madre a limpiar la cocina y el comedor y mientras la abuela y mis padres chismeaban en la cocina, mi abuelo, Gus y yo veíamos Rudo en la TV. Fue entonces cuando mis preocupaciones comenzaron a hacer ruido en mi cabeza otra vez.

—No está bien perderse en un mundo tan pequeño como el de los pensamientos, Noah. — escuché decir a mi abuelo.

Lo miré un poco avergonzado por mi conducta, pues casi siempre, mi abuelo y yo, platicamos de todo, pero esta vez me la he pasado absorto en mis pensamientos que lo he ignorado completamente.

—Soñar no es tan malo. — Prosiguió hablando — Cuando empiezas a soñar el tiempo deja de ser tiempo para convertirse en una oportunidad, pero para tomar esa oportunidad es mejor actuar que soñar, o de lo contrario, todo se transformará en una pesadilla.

Mi abuelo siempre hablaba como el sabio que era, y afortunadamente entendía perfectamente lo que trataba de decir; Tenía que empezar a trabajar para cumplir mis sueños, el problema era que no sabía qué hacer o cómo comenzar.

—Por cierto, tengo un regalo para ti. — dijo de pronto, con un ligero brillo en los ojos. Introdujo su arrugada mano al bolsillo de su chamarra y sacó un pequeño y redondo artefacto, que bien podía caber en la palma de mi mano. Se trataba de una pequeña brújula plateada con relieves que formaban un ángel, el cual rodeaba con la longitud de su cuerpo todo el perímetro del aparato. Parecía una reliquia muy antigua y valiosa. Mi abuelo tendió la mano para que tomara el objeto de su palma.

— ¿Qué es esto, abuelo? — inquirí luego de observar que no apuntaba a ninguno de los cuatro puntos cardinales, sino que en lugar de eso, la manecilla apuntaba a lo que parecía ser la silueta de un querubín y en el lado opuesto estaba representado el planeta Tierra.

—Si te lo digo ahora creerías que estoy loco, por eso dejaré que lo averigües tú mismo.

Me sentí un poco confundido ante su respuesta.

— Y... ¿Cómo se supone que lo haga? — dije, tratando de no sonar grosero.

—No te agobies, cuando sea el momento adecuado lo sabrás, solo prométeme que pase lo que pase siempre harás lo correcto.

—Te lo prometo. — dije sin dudarlo. — pero...¿cómo sabré qué es lo correcto?

—Tienes un lindo corazón, Noah, si dejas que él te guíe llegarás a tu destino. — me dijo, mirándome como si pudiera leer mis pensamientos y supiera algo que yo no. ¿Qué significaban exactamente sus palabras y por qué me decía todo aquello?

—Me alegra mucho que seas mi abuelo. — expresé con una sonrisa sincera.

—Y a mí me alegra que seas mi nieto. — respondió para luego enfundarme en un abrazo.

— Puedes lograr todo lo que te propongas, no importa si tienes miedo, todos lo sentimos alguna vez. Solo tienes que entender que a veces las oportunidades no caen del cielo y entonces uno mismo las tiene que construir. — susurró al final. Y sus palabras junto con su abrazo fueron como una anestesia que tranquilizaron mi alma.

 Y sus palabras junto con su abrazo fueron como una anestesia que tranquilizaron mi alma

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Mirada de Dragón ©Where stories live. Discover now