4 | Problemas y respuestas

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Noah

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Noah

Después de que el profesor Limus se retirara, todos salimos del aula para ir a la cafetería y almorzar algo. Ariel trataba de hacerme platicar, no obstante, me costaba mucho conectarme con la realidad, como si estuviera encerrado en mi propia mente. Y luego estaba esa chica misteriosa sentada en una esquina de la cafetería. Se encontraba sola en la mesa, comiendo con la cabeza baja como si de esa forma fuera invisible para todos. Supuse que usar una gorra de sol, en un día tan nublado como hoy, le permitía darse ese lujo, no obstante, tener el pelo pintado de aquella forma la hacía parecer más rebelde, y por lo tanto, destacar más.

— ¿Te ha gustado? — oigo decir a Ari. Me volteó a mirarlo y niego con la cabeza.

—Es solo que no me da buena espina.

—Vamos, Noah. No seas prejuicioso. — reprende, al tiempo que se lleva a la boca un trozo de manzana con un tenedor.

—No lo soy, solo es un presentimiento. — indico.

O había algo extraño en esa chica o el raro era yo, pues su sola presencia provocaba una enigmática sensación en mi pecho. Como cuando la adrenalina recorre tu cuerpo en momentos de tensión pero, al mismo tiempo había emoción ¿Felicidad quizá? Lo que sea que fuera me ponía los pelos de punta.

—Has estado muy callado.

—Ya sabes, otra vez mis padres me han estado presionando. — respondo, intentando tragarme la ensalada de fruta que estaba en un plato frente a mí.

—No sé para qué le das tantas vueltas si sabes bien cuál es la respuesta.

—Sí, lo sé, y también sé que mi padre jamás lo aceptará. — reparo.

Para Ari era fácil decirlo, los tipos como él tienen miles de oportunidades en sus manos, por eso no le preocupaba en lo más mínimo, puesto que si desperdicia una, tendría la certeza de que podría empezar de nuevo. Estoy casi seguro de que su padre es dueño de la mitad de Mörkt ¿Y en qué ayuda eso? Bueno, si tus padres tienen dinero...era casi seguro que no te obligarían a estudiar una carrera que no te gusta solo porque piensan que es una buena inversión. Sí, los tipos como él son afortunados, aunque no entiendo porqué estudia en una escuela pública como yo en lugar de ir a una privada pero, no importa, gracias a eso pude conocerle en el jardín de niños cuando tenía cuatro años.

Minutos después de terminar nuestros almuerzos sonó la chicharra, indicándonos que debíamos volver a nuestros respectivos salones para tomar las últimas horas de clase. Una vez sentados en nuestras butacas, vimos a la pesadilla de todo estudiante en esta escuela, aparecer en la puerta, el profesor Mitchell MacQuoid. Lucía impecable, como siempre, vestido con su particular traje negro. Incluso su cabello, al que se le notaban unas cuantas canas, brillaba con la luz de las lámparas que había en el aula.

Se dirigió con pasos firmes hacia el escritorio, sin mirar a nadie. Sacó varias hojas que, sin emitir palabra alguna, empezó a repartir. Cuando miró a un punto detrás de mí se quedó estático, atónito. Supuse que se debía a la presencia de la alumna nueva y que probablemente la obligaría a presentarse con él, no obstante, miraba de una forma, que a mí parecer, era arrogancia, aunque no había que alarmarse por eso, puesto que, esa mirada fría y la manera hostil de tratar a las personas, era algo que lo caracterizaba, era por eso que el profesor Mitchell, quien nos impartiría física, me causaba terror.

Mirada de Dragón ©Where stories live. Discover now