Capítulo 34

8.6K 768 78
                                    


Hola, hoy precisamente no que deciros así que ya paro y os dejo leer tranquilas.
Dadle mucho amor y espero vuestros comentarios. 

¿Por qué?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Por qué?

Mi cabeza da vueltas y eso que no he bebido demasiado como para estar borracha, era buena con el alcohol entonces... ¿A qué venía todo esto?

No quiero sacar conclusiones equivocadas pero a medida que me voy acercando a aquella mesa, mis pasos vacilan uno detrás de otro y choco con varios cuerpos desconocidos en el camino, lucen tan cercanos que me asusta la idea de solo pensarlo.

¿Por qué me ha mentido?

—Disculpa, ya me llevo yo esto a esa mesa.

—Pero...

Ignoro los reclamos del camarero y una vez que acabo llegando a dónde ellos están, es Luciana la primera en darse cuenta de mi presencia, va más borracha que otra cosa.

—Su pedido señores, dos margaritas para cada uno.— grito alto y claro para que puedan escucharme entre tanto ruido. El cuerpo de Strom se tensa al levantar la mirada, sus ojos se abren más de la cuenta cuando nuestras miradas se encuentran. La mano de Luciana que antes estaba sobre uno de los brazos del alemán, es retirada rápidamente por el rubio que se pone de pie al comprender la situación en la que estaba.

«Será imbécil.»

—Oye, puedo explicarlo.

—Que disfrutéis de la noche.— es lo último que digo antes de comenzar a huir de aquel lugar a grandes zancadas.

Me llevo una mano al pecho intentando ignorar el dolor que estoy sintiendo, me recuerdo no llorar a mi misma pero mis ojos se nublan apenas consigo salir del lugar.

«¡Ay, maldito idiota!»

Apenas pasan coches a estas horas, me he alejado lo suficiente de la entrada como para que alguien me vea, estoy intentando mantener la compostura para no girar y abofetear el rostro de aquel hombre que me mintió. Odiaba que me mintieran, mientras yo me lo imaginaba sufriendo por tener que cuidar a alguien como Luciana él estaba disfrutando de su compañía sin problema alguno.

Escucho pasos a mis espaldas y no hace falta ser adivino para saber que el que me ha estado siguiendo todo el camino era Strom, además que el murmurar en alemán por las calles madrileñas no era muy común y es por eso que cuando siento una mano posarse sobre mi hombro no me asusto porque sé que se trata de él.

—Escúchame.

«Lo que me faltaba »

—No, escúchame tú a mi. — escupo con cierta rabia las palabras — Mira, no sé qué diablos haces aquí con esa mujer pero, ¿por qué me mentiste?

Cuidado con el alemán #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora