Capítulo 20

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A la mañana siguiente la castaña se levanto con la garganta irritada y la boca seca, como cuando una resaca muy fuerte te deja el sistema hecho mierda, aun desorientada se levanto con pesadumbre ignorando su desnudez, fue al baño de la habitación donde cerro la puerta con candado, abrió el grifo y se lavo la cara para poder despertar mejor fue cuando se miro al espejo, su cabello estaba muy desordenado, los mechones más cortos iban en direcciones extrañas y los más largos estaban hechos nudos entre sí, se miró más detalladamente y noto los pequeños morados que tenía entonces todo vino de golpe; las caricias de Sebastián sobre su cuerpo, sus gemidos, ella entregándose a ese hombre que apenas conocía y fue cuando la culpa consigo misma la invadió, una lagrima se le escapó del ojo derecho ¿Cómo era posible que fuera tan estúpida? Bajo su mano a su entrepierna donde sintió algo pegajoso, se miro y noto el semen seco. Sí, definitivamente era una estúpida.

-¿Qué se supone que voy a hacer? -susurro- No puedo ser madre, aun no termino la carrera. ¿Dios como se supone que le diga esto alguien? -sollozo- No, cálmate. Tomare una pastilla, pero ¿y si no funciona?

Fuera del baño él hombre se giro para abrazar a la mujer con la que había intimado la noche anterior, su mano toco las sabanas ya frías haciendo que abriera los ojos con un gesto de molestia ¿Dónde estaba? Fue entonces que escucho un sollozo en su baño, se levantó sin ningún tipo de pudor e intento abrir la puerta sin éxito.

-Bárbara, abre. -demando-

-Déjame tranquila por favor –exigió- Necesito pensar.

-No te estoy preguntando Bárbara. Abre la maldita puerta o la voy a tirar –menciono aquel hombre de manera desafiante-

Paso un minuto, cinco minutos. Ya había sido muy paciente, si ella no le abría el mismo se abriría paso, estaba dispuesto a ir por sus pantalones y sus zapatos deportivos cuando ella abrió la puerta. Estaba desnuda y pudo observar sin ningún tipo de remordimiento las marcas de mordidas en la tierna piel de la mujer, estaba satisfecho con lo que miraba.

-¿Lo disfrutas? –preguntó de manera seria-

-Bueno, sí. No puedes culparme, yo iba a retirarme –Dijo él, entonces ella sintió como si le aventaran una cubeta de agua helada. Tenía toda la razón- ¿Bárbara?

-Solo pensaba –suspiro- Necesito una píldora del día después

-No la necesitas, eras virgen. –Dijo El como si nada, ella lo miro incrédula- Te la daré, pero te advierto que es posible que te sientas como una mierda aplastada por el próximo mes.

-Preferible a darte un hijo –susurro ella sin pensar-

-¿Qué dijiste? –Ella lo miro, su ceño estaba fruncido- Nena, ¿sabes cuantas mujeres se mueres por sentir lo que te hice anoche? –La tomo por los brazos, la jalo y obligo a recostarse en movimiento brusco, ella chilló- Cualquiera podría estar en tu lugar, pero te deje compartir mi cama –Le susurró al oído para luego morder su lóbulo de manera provocativa- Y si yo quiero que me des un hijo, me darás uno.

Fue entonces que el volvió a acariciarla, estaba muy molesto con ella y es por eso que iba a castigarla de la manera más placentera posible para él; si bien estaba algo oxidado en el tema que iba a emplear aun recordaba cómo hacerlo. Tomo las femeninas manos y las llevo sobre la cabeza de la chica, busco las bragas con la mano izquierda y una vez que las encontró le amarro fuertemente a la cabecera de la cama haciéndola exclamar.

-Suéltame –suplico o más bien gimió, se sentía una desviada. Claro que fantaseaba con ese tipo de cosas, por dios se lo imagino muchas veces pero vivir lo la estaba matando, sentía las caricias como si fuese una especie de tela que quemaba y eso la estaba excitando-

Sueños sexuales de una Virgen I: Primera vez (Terminada y en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora