Capitulo 3: excitación

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Admitía que Bárbara era una mujer hermosa que, de pensar siquiera en que podía ser lesbiana o tener dueño le enfermaba provocándole un nudo en el estómago. Le dolió mucho el decirle que era una perra en celo, pero no entendía el porqué. Cuando llego a esa calle y la vio se dio cuenta que era una mujer de muy buen ver; tal vez demasiado, sentí ese día que ella podría ser para mí o mi cama mejor dicho, tenía un rostro bello todas sus facciones son delicadas, tenía un busto muy bien proporcionado a su tamaño y un culazo que para él era de los más buenos que había visto, si se hubiese podido la habría poseído en ese momento pero no era tan bruto como para eso y si le me encantaba practicar el sexo anal con mujeres que le parecía serían un buen deshago pero no todas cumplían "Aquel bajo instinto" Por un momento imagino como debía ser el coño de esa castaña que lo estaba poniendo caliente en todo momento del día ¿peludo o depilado?. Daba igual, cuando la vio tuvo la erección más dolorosa de toda su vida, teniendo que controlarse para no poseer la ahí mismo. Acomodo todas sus cosas en la nueva casa, fue a la de ella que quedaba justamente al lado con la excusa de un cable roto, le indico la ferretería pero quería entrar y tomarla ahí mismo, después de todo nunca le había sido difícil acostarse con alguien pero le cerró la puerta en la cara, le encanto esa actitud de mujer altanera y en cierta forma tímida. Se regresó a casa y se ducho; La ducha fría más fallida de la historia termino haciéndose 3 pajas (masturbaciones), las más largas corridas que haya tenido. Salió y se sintió observado, era ella y tuvo de nuevo esa dolorosa erección que desde el medio día ya lo estaba jodiendo, se quitó la toalla y... Bueno fue excitante verla tímida, temblando y seguramente excitada por ver la hombría del hombre que había llamado su atención al punto de soñar despierta hasta que salió corriendo. Se masturbo nuevamente y para el hombre no fue nada sencillo dormirse pues le parecía que eso no era suficiente.

Cuando despertó recibió una llamada de su madre, una mujer alta de tez blanca, alta y ojos negros siempre recatada, tal como la jefa de la empresa de automóviles de la que es dueña. Le pregunto cómo había sido la mudanza a su nueva casa o bueno una de tantas mudanzas que ha hecho, no es un hombre que se quede quieto en un lugar y no fue muy larga la charla pues no estaba de humor como para preguntas melosas que su madre solía realizarle y también le preocupaba como estaría Bárbara y una pregunto se formuló en su cabeza ¿ella es virgen? ninguna mujer se había comportado así cuando le decía eso. Puede ser que si lo sea.

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Por la tarde observo a Bárbara en su jardín arreglando sus flores, se veía muy hermosa estaba usando un pantalón de mezclilla ajustado y una blusa de tirantes tono café, con el día que hacia se veía preciosa y su cabello estaba sujeto en una sencilla trenza, hermosa se quedaba corta con lo que veía... Es... Bellísima. Su día paso normal se armó de valor, si quería llevarla a su mundo de placer tenía que cambiar el modus operandi por lo que salió por la puerta principal y se acercó lo suficiente para que ella pudiese oírle

-Bárbara –Llamó-

Ella volteo y le miro, su expresión calmada obviamente se volvió una seria cuando vio a la persona que le había llamado su atención ¿Es que simplemente no podía dejarla tranquila?

-¿qué quieres? si vienes a insultarme lárgate –comenzó a caminar a su casa, el siguió con la mirada e instintivamente comenzó a caminar-

-oye cálmate, vengo a disculparme, no me comporte como debía y lo siento...-suspiro, no estaba acostumbrado a dar disculpas-

-para yo disculparte hace falta mucho más que eso...-hablo tan rápido como el termino su frase-

-entonces... puedo... invitarte a cenar o ¿algo? –Metió las manos en los bolsillos de su pantalón-

-ya veré, soy una persona ocupada –Una cosa había quedado clara y era que no lo soportaba pero el haría que eso cambiara-

Deseaba a esa mujer, besarla y poseerla, atarla con la blusa que traía puesta de una y otra forma también acariciarla hasta que pidiese piedad; sabía de sobra que no se lo iba a poner para nada fácil, aun así haría lo necesario para tenerla entre sus brazos y arañando su espalda mientras se perdía en su interior y gemía su nombre porque después de todo para el solo podía ser sexo más allá de aquello no podía permitírselo. No porque no quisiera o tuviese un pasado duro en el amor, simplemente le parecía una pérdida de tiempo. 

Sueños sexuales de una Virgen I: Primera vez (Terminada y en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora