Capítulo 5

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Escila, como los demás habitantes en la isla de Hacha, se sorprendía por el elevado número de muertes que últimamente asolaban sus costas. Al principio todos temieron que se tratase de alguna enfermedad marina, ya que todas las víctimas eran criaturas que no podían pisar tierra, como las sirenas, oceánides, nereidas o hipocampos; además todas eran hembras en edad de cría, pero a las dos semanas de investigación se descartó. Todo apuntaba a algún tipo de parásito, algo que las devoraba de dentro hacia fuera mientras que las muestras de ADN no eran concluyentes.

-Cuidado con esa cuerda, no la pises.

Se había vuelto una costumbre el salir a faenar con los selkies, Escila pensaba que si ponía cámaras y estudiaba el océano tal vez algo le diese una pista sobre la clase de ser que pudiese estar diezmando a sus congéneres.

-Oye, Jack, tú como marinero experimentado que eres, ¿cuál crees que es la causa de la muerte de esas chicas? ¿Es posible que se deba al ataque de alguna colonia de calamar gigante?

-No, ellos despedazan o engullen de un bocado pero no hacen eso. –Viró el timón a estribor. –He pasado toda mi vida en el mar y he visto cosas, pero nada como esto. Sinceramente, parece la obra de un monstruo.

-No me irás a decir ahora que crees que los leviatanes existen.

Él calló meditabundo con la vista enfocada en la mar.

-Eso es un cuento de niños, algo que nos decían nuestras madres para que no nadásemos muy lejos.

-Puede, pero en toda leyenda siempre hay algo de cierto. El leviatán es solo el nombre para un monstruo, ya sea el cachalote gigante Movi Dick o un dragón de río como Nessie, cuando no se encuentra respuesta a lo racional se busca más allá, y es en ese momento certero cuando se resuelve el acertijo. Hay un monstruo en nuestras aguas y....

El navío de poco más de cuatro metros sufrió una sacudida tan grande que lo hizo tambalearse.

-¿Qué demonios?

A unos pocos metros el lienzo de mar aparentemente infinito se dividió en dos, la brecha era enorme, del tamaño de una isla y el agua parecía escurrirse por ella como un colador. Era algo insólito y desconcertante.

-¿Sabes qué es lo que decía mi padre?

-¿Jack, crees que es buen momento? ¡Por tu vida, pon rumbo a la costa ya!

Él rió con desenfreno, obviándola y manteniendo la dirección que los llevaba de cabeza al descubrimiento.

-De entre todos los marineros escogí al más cuerdo...

-Decía que lo peligroso no es el monstruo, sino la estela que deja tras de sí al zambullirse, el remolino mortal.

Cuando el barco sufrió otra sacudida tan fuerte que por poco los vuelca, Escila decidió saltar en un clásico "sálvese quien pueda". Si Jack quería morir, pensó, que lo hiciese solo.

Como una lamia real, sus cualidades de serpiente de agua le permitían recorrer grandes distancias en poco tiempo, el problema es que carecía de agallas y si se hundía demasiado y quedaba atrapada en una corriente marina, tenía todas las papeletas para no regresar entre los vivos. Por eso apenas abandonaba la laguna de la isla de Hacha y ponía la barrera de coral como su limbo.

Nadó con todas sus fuerzas lo que le parecieron horas, pero cuando volvió la vista atrás la brecha no le parecía lo suficientemente lejana. Fue en esa pausa cuando sintió un tirón en el tobillo. Un ser de ojos pálidos la instó a seguirlo. La fuerza de su agarre era tal que no se hubiese podido liberar aun deseándolo.

Terminaron su viaje en una caverna de estalactitas de hielo, los tritones eran propensos a este tipo de construcciones y el aire en su interior la hizo sentirse nuevamente a salvo.

-Gracias –dijo cuando recuperó un poco de resuello.

El ser la miró y sonrió con condescendencia, Escila lo encontró extrañamente atractivo, quizás porque su ciclo de ovulación andaba cerca. Su cuerpo era muy musculado y su cabellera rubia resplandecía como oro aún mojada. Le inquietaban e intrigaban sus ojos, dos pozos muertos atrapados en una perla. Era hermoso y su toque, aunque afianzado, fue suave.

-¿Vives aquí?

Él negó. ¿Acaso solo hablaba el lenguaje de las burbujas?

-Supongo que también te viste sorprendido por esa brecha. ¿Tienes idea de lo que pudo ocasionarla?

-No. ¿Cantas?

-¿Cómo dices?

-No eres una sirena, ¿o sí?

-No.

Solían confundirla con una, ya que la mitad inferior de su cuerpo era exactamente igual al de ellas, la única salvedad era la forma ovalada en la que terminaba su cola. Su cuerpo zigzagueaba en el agua en lugar de salir disparado.

-¿Cuánto tiempo crees que debemos esperar antes de salir?

-Tanto como podamos.

Al verla temblar se acercó para cubrirla con una maraña de algas, una selva de verde que lo rodeaban cual medusa entorno sus caderas.

-Iba a ser mi cena, pero tú lo necesitas más.

-Gracias um...

-Alecton.

Trenzó los extremos para crear un efecto de manta y Escila no rechazó el calor de su cercanía.

-Curioso nombre para un tritón.

Él sonrió a lo Mona Lisa y descruzó sus piernas para doblarlas y así estar más cómodo. A diferencia de las sirenas cuya mitad inferior recordaba a una gran cola de pez, los tritones tenían piernas como los humanos pero aletas por pies. También era mucho más difícil toparse con uno ya que tendían a evitar el contacto con los habitantes de la isla de Hacha y preferían las marismas, las profundidades y corrientes frías para cazar o desplazarse. Y si uno hallaba una cueva de hielo como en la que estaba y entraba sin permiso del dueño, se volvían muy pero que muy agresivos.

-Y dime...

-Electa.

-¿Qué te trajo por aquí? Los tuyos no suelen alejarse tanto mar adentro.

-La curiosidad supongo. El trabajo y la mala manía que tengo de meterme donde no me llaman. Debe ser genético porque mis padres también lo hacían.

Alecton se acercó un poco más, casi invadiendo el espacio de la lamia y cuando se dio cuenta de que se sentía atraído por los rizos de su pelo le dejó jugar con uno de los bucles.

-Lo siento. Es que...relucen.

El cabello de las lamias se componía por minúsculas escamas pigmentadas que absorbían la luz como pequeños espejos, las de Electa era ambarinas ya que el castigo del Sol rebajó el tono rojizo que le fue dado por nacimiento. Incluso aquellas especies de las profundidades que no distinguían el color se sentían intrigados por el parpadeo continuo de luz, que al nadar, se convertía en una estela de mil diamantes.

-No te creas que son muy especiales. Todas las serpientes de agua las tenemos. Supongo que para que los depredadores nos confundan con una medusa o se crean que somos tóxicos y por ende, que tenemos mal sabor.

-A mí me gustan.

Ante el cumplido, el cuerpo de la lamia reaccionó lubricándolo, liberando las hormonas necesarias para trocar sus escamas más resbaladizas. Se avergonzó por ello y rezó al dios de las Marismas para que el tritón no lo percibiera.

La conversación no avanzó mucho más y mecidos por el sonido del romper las olas en la orilla de la cueva no tardaron en quedarse dormidos.

Más tarde aquel día, cuando ningún rayo de luz se reflejaba en el agua, Electa se despertó entre los brazos del desconocido, sonrió mientras se sumergía en el mar con la elegancia y sigilosidad que caracterizaba a las serpientes.

Su celo debía estar más cerca de lo que pensaba si unas pocas palabras habían conseguido excitarla. Y si era así, ¿acaso el atractivo tritón no era un buen espécimen?

El KrakenWhere stories live. Discover now