Capítulo 4

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Su sirena ya no sonreía.

-Me duele el estómago.

-Come más, estas algas que te traje son muy nutritivas y te aliviarán. –Alecton estaba serio, ¿volvían sus crías a canibalizarse?

-No tengo hambre, de hecho últimamente me repugna comer.

-Las trituraré si quieres pero tómatelas.

Lauren lanzó el recipiente que las contenía por una de las aberturas de la fosa, como otro ser de las profundidades no requería de mucha luz para ver.

-¡Te he dicho que no! –emitió un graznido que estaba lejos de los cantarines tonos que la representaban.

El kraken la empujó hacia el suelo, le abrió el esófago con la punta de uno de sus tentáculos y regurgitó parte de su cena de ayer, dejó el espacio mínimo para que la pasta acuosa se abriese camino y ella no se atragantase. Lauren tenía los ojos desmesuradamente grandes y parecía aterrada, ¿acaso no veía que lo hacía por su bien?

-No quiero que mueras, pero estás embarazada y tienes que comer. –Obstruyó sus agallas y a la pobre sirena no le quedó más remedio que tragar el desagradable producto. –Ya verás como irá bien.

Alecton se apartó de encima para darle espacio, Lauren se encorvó como un gusano y tosió sin tregua.

-¿Qué me has hecho?

-Ayudarte.

Tras aquel episodio su sirena ya no volvió a cantar o a sonreírle, no intentaba huir porque ambos sabían que no lo conseguiría y tan solo empeoraría su ya de por sí delicada situación. En apenas una semana Lauren triplicó el tamaño de su barriga y duplicó su peso. No la tocó más íntimamente porque su labor ya estaba cumplida, y para ser honesto consigo mismo, porque tampoco le atraía en demasía. Generalmente cerraba los ojos y dejaba su imaginación volar. Lo único que le importaba ahora era lo que habitaba en el interior de la sobrenatural.





                           El día del parto llegó rápidamente. Era típico en su especie tal raudo desarrollo y temió que no se reiterase en las demás. ¡Gracias al dios de las Marismas por los pequeños dones!

El bajo vientre de Lauren se fracturó en dos y de él emergieron dos cabecitas sin concha ni escamas, sus enormes ojos por el momento estaban ciegos y entre los dientes colgaban parte de las vísceras de su madre. Ella ahora yacía sin vida y aunque ya no podía oírlo, Alecton se acercó para besar su coronilla.

-Gracias, son adorables. Ojalá pudieses verlos.

El olor de la sangre atrajo a criaturas de rapiña, como buen padre las hizo picadillo antes de que pudiesen acercarse siquiera a verlos. Pero su dicha fue breve, al quinto día perecieron, enfermizos. ¿Era porque su madre fue un ser débil? ¿Si encontraba una hembra capaz de llevar a término el embarazo ella sola sobrevivirían o perseguía una quimera destinada al continuo fracaso?

El KrakenWhere stories live. Discover now