D17 - El chico perfecto.

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Advertencia: En este capítulo sale un miembro viril. No sufráis mucho.

Sintió alivio al encontrarse la casa completamente vacía tras preguntar en voz alta si había alguien, pero solo por si acaso recorrió algunas habitaciones principales para cerciorarse de que, efectivamente, estaban a solas. Estaba muy nerviosa, porque sabía por qué estaban ahí, y al mismo tiempo no podía sentirse más feliz. Podría admitir que estaba muy enamorada.

—Estamos solos, ¿eh?

Se giró para ver aquella sonrisa de chulito que le había impresionado desde el primer día en el que se cruzó con ella, empezando así ese tonteo de «no te soporto, pero me gustas mucho». Todo el mundo le había dicho que tuviera cuidado, y al final él era el que tenía más cuidado con ella, porque no protestó ni una vez sobre aquello de ir lento hasta que estuviera preparada para dar el paso. Y, Dios, estaba muy preparada para hacerlo en esos instantes.

Lo agarró de la chaqueta de la Universidad de Los Ángeles que llevaba y se puso de puntillas para poder llegar bien a su boca y unir sus labios. Lo que más le gustaba de la forma que Jim tenía de besar era esa capacidad de hacerle sentir como si ella fuera mucho más de lo que era, y sobre todo esa forma de murmurar «Reyes» cuando dejaba que ella le mordiera el labio inferior. Se sonrieron desde esa distancia tan corta donde podía percibir cada tono de azul que componía sus ojos y tiró del cuello de la chaqueta para dirigirlo a su habitación, donde tanto habían practicado para aquel paso mientras sus madres pensaban que estaban estudiando juntos.

—¿Estás segura, Dahlia? —preguntó antes de descender hasta su cuello y besárselo mientras ella se dejaba acorralar contra la pared de su dormitorio e intentaba enfocar la cama, pero el placer le nublaba la vista.

—Estoy muy segura —confirmó y aguantó un suspiro cuando el chico la cargó en brazos.

Se volvieron a besar y colocó las piernas mejor alrededor de su cintura para no caerse en el camino a la cama. Se habían besado y se habían tocado muchas veces, pero todo aquello era muy nuevo y no podía evitar ponerse algo nerviosa. Jadeó al caer sobre la cama con el cuerpo de Jim sobre el suyo y enredó los dedos en su pelo para que continuara besándola de esa forma. Después le pasó las manos por la espalda antes de buscar el final de su camiseta y quitársela. Se permitió observar unos segundos los músculos de sus hombros y el inicio de su increíble espalda mientras Jim le besaba el cuello otra vez.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —preguntó el chico, apoyándose en sus antebrazos para mirarla.

Giró la cabeza hacia el reloj de la mesita de noche antes de volver a enfocarlo.

—Casi dos horas.

—Perfecto. —Se sonrieron y ella le acarició el labio antes de atraerlo de nuevo hacia su boca, besándolo con muchas ganas, y después lo empujó para colocarse a horcajadas sobre él—. Me encanta cuando mandas, Reyes.

Puf, es que le volvía completamente loca. Pasó las manos por su pecho mientras bajaba hacia su pantalón, deleitándose con la dureza de sus abdominales. Bendito fuera el fútbol americano. Le desabrochó el botón y se bajó de la cama para tirar de sus pantalones y dejarlo tan solo con el bóxer. Se sentó sobre él, dejando que su intimidad se rozara con el bulto que empezaba a formarse entre sus piernas. Se inclinó para jadear cerca de sus labios y los capturó para besarlo con las mismas ganas de siempre. Jim le acarició la espalda de forma ascendente antes de bajar y agarrarle el culo, apretando con fuerza con sus dedos y presionándola un poco más contra su miembro. No pudo evitar que se le escapara un gemido.

Un año desde que supieron de la existencia del otro. Siete meses desde que empezaron a quedar, seis desde que Jim la besara cuando la acompañó a casa tras estudiar en la biblioteca, confesaba que un poco más que cinco meses cuando dieron el paso de masturbarse el uno al otro, sin ropa, y no solo con las manos. Y las últimas veces que se tocaron supo que ya estaba preparada, pero las condiciones no fueron nunca las adecuadas. Sus madres sabían que estaban juntos, pero nunca quiso hacerlo con Jim cuando estaban en la habitación «estudiando», y no llevaba demasiado bien no contarles lo que hacía en realidad cuando les decía que quedaba con sus amigas para ir al cine. Eso de «bien» para resumir cómo se lo había pasado con ellas no era demasiado su estilo y sabía que su mamá Raven ya empezaba a sospechar. Alex probablemente no quería sospechar nada.

I'm gonna getcha good!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora