Tiempos distantes, mundos distopicos y/o utopicos, situaciones tragicas o grandiosas, un anciano que sonrie al ver como nuevos viajeros estan dispuestos a oir sus historias de viejas aventuras.
- Acérquenseme jóvenes, dejenme contarles una historia...
El arte de la caza nunca fue un oficio que pueda enorgullecerme, más si la vida de quienes más valoras pueda llegar a correr peligro. Es el hecho de ver de frente a la mismisima muerte y ver como se predice tu propio destino en una fracción de segundo.
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«Sabes que nunca quise herirte ni que nada de esto ocurra, al principio quería hacer las cosas bien. Creía que Dios mismo me había tocado el hombro. Que había recibido una oportunidad, una compensación por el mal que me fue traído. Entonces entendí que no era un dios, ni bueno, ni una restitución. Solo era una herramienta de venganza.»
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La guerra puede cambiar hasta al más inocente y volverte contra todo lo que una vez más amaste. Así fue siempre, incluso hasta cuando regrese a casa, en el duro y largo invierno de 1945. Los recuerdo, a ti con ese atuendo ajustado rojo y blanco, y esa cálida sonrisa que tanto amaba, y los niños... ¡Cuánto habían crecido! Me sentía muy feliz, sí, me recibieron con brazos abiertos, me había regocijado tanto en como habían crecido como una sola unidad y como personas, por mi larga ausencia. Era la recompensa que tanto había soñado y por la que tanto luche, como el esfuerzo de una loba en vencer a un oponente formidable para traer alimento a sus cachorros. Creí que luego de asentarme y ponerme al día con todo lo que venía sucediendo seria la hora de poner a prueba la madurez y preservación de nuestros hijos y ver como reaccionarian de cara a la adversidad. Los lleve a su primera cacería ¿Sabes? ¿Puedes creerlo? Estaban muy alegres de poder ir conmigo, a que alguien les enseñe a... [...]. Nunca pensé que llegaría a querer tanto a algo o alguien, pero quiero que sepas que te doy las gracias por darme el honor de ser padre de tan bellos muchachos.
El sol nunca salió, el frio se escabullía entre sus abrigos, y temblaban como pequeños arboles contra una imponente ventisca. Solo era necesario un poco humor y contención para calmar sus inquietudes. Ya estábamos cerca del "Claro de Arham", habíamos seguido las huellas de un ciervo muy escurridizo.
"La paciencia es una virtud", una que ellos no parecian tener. La mala costumbre de las grandes ciudades los había vuelto muy rebeldes, por lo que era normal que fallaran unos cuantos tiros. Entre insultos y expresiones vulgares, lograron tener éxito en su propia catarsis.
Así como un rayo nace y muere más rápido que un eco, así fue el tiempo que les llevo dar al blanco ya sin rencor, ni distracciones en mente, alma y cuerpo. No voy a mentirte, sus punterías fueron mejores que las mías cuando apenas estaba iniciándome en el ejército.
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