quince

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—¿Me has traído para coquetear con otras mujeres?

Cerraste la puerta de la casa a la que habían ido Finn y tú para alejarse de todos y de todo por un fin de semana. Te encantaban las miniescapadas que hacían de forma improvisada. Eso era algo que te gustaba mucho de tu novio. Lo que no te había gustado nada era ir al servicio de un restaurante y al volver encontrarte a las camareras lanzándose sobre él.
Y lo que todavía te gustó menos fue la sonrisa que puso cuando ella le pasó su teléfono.

—No estaba coqueteando —insistió Finn.

—Parecías encantado de que te diese su número. Me he ido solo cinco minutos. Dios, ¿buscas algo con esas chicas? No eres responsable de a quién le gustas, Finn, pero eres responsaba de a quién entretienes. A ver si lo entiendes.

—No. Tranquilízate. No ha sido eso. Relájate.

Pusiste los ojos en blanco.

—¿Y que ha sido, Finn?

Entró en la casa.

—¡Nada! ¿Quién iba a decirme que eras tan celosa?

Esa afirmación tan obvia te tomó por sorpresa. Sí, era bastante obvio, pero no esperabas que lo dijese en voz alta. Él era igual, tú admitías que se ofendiese, pero era la verdad.
Suspiraste mientras te quitabas los zapatos y los colocaste al lado de la puerta principal. Finn te dejó sola para irse con su enfado escaleras arriba. Tú te fuiste con el tuyo a la cocina.
Sabías lo que necesitaba una chica en una situación así: chocolate y helado. Por suerte había una mezcla de las dos cosas: helado de chocolate.
Tal vez hubieses exagerado. ¡No lo habías! ¿Te gustaba que cualquiera coquetease con tu novio? Te fuiste al baño y cuando volviste estaban riéndose.
Algo se apoderó de ti. Ni siquiera te molestaste en preguntar de qué estaban hablando.
La camarera había mirado por encima del hombro y te había visto volver a la mesa. Aprovechó esos diez segundos para anotar su número y pasárselo a tu novio. ¡Esas chicas te ponían a prueba! Tu novio miró el número, pero, al verte ti, tiro el papel al suelo.
No habías reaccionado exageradamente. Todos tuvieron suerte de que no te hubieses abalanzado sobre él por encima de la mesa.
Querías estar cómoda, pero te sentías mal, así que te tiraste en el sofá y empezaste a cambiar de canal. Debías de llevar tres horas viendo la televisión. Estabas muy metida hasta que oíste «cariño» desde arriba.
Te acurrucaste en el sofá sin intención alguna de moverte.
Tras un segundo lo oíste bajar por la escalera. Ibas a hacerte la dormida, pero sabías que te tomaría y te llevaría a la cama; así que seguiste viendo la televisión.

—Cariño...

—¿Qué? —Le lanzaste una mirada. Se puso detrás del sofá.

Querías ignorarlo, pero él no iba a dejarte. Te puso la mano en la cintura buscando tu atención.

—Ven arriba. —Te dio un beso en la mejilla.

—Estoy viendo la tele. —Juntaste las manos y las pusiste debajo de la cabeza mientras te recostabas al lado y le dabas la espalda.

—Arriba hay una tele.

—Pero estás tú, por eso estoy aquí abajo.

—Yo estoy a tu lado dijo. —Ese hombre podía volverte completamente loca si lo permitías.

—Vuelve arriba.

—Eso no ha podido enfadarte así. No es para tanto. No es la primera vez que una chica coquetea conmigo.

—Tú le has seguido el juego.

—Estaba siendo amable.

—Mmmmm —soltaste con desdén.

—Lo siento. No sabía que hablar con una chica te ofendiese.

Eso hizo que pareciese una tontería. Como represalia, te diste la vuelta para mirarlo.

—Lo que tú digas. —Te incorporaste, y un cojín que tenías detrás se cayó. Finn eran un seductor nato, así que tal vez no veía nada de malo en eso—. ¿Qué te ha dicho —Te acercaste las piernas más, haciéndote una bola.

—Pues... Bueno... Miró hacia abajo mientras dudaba y pensaba la respuesta.

—¿Sí?

—Estaba coqueteando conmigo —admitió enseguida.

—¿Y tú estabas...?

—¿Escuchando? —contestó buscando la justificación correcta. Te puso los ojos en blanco—. Ven arriba y deja de comportarte así. —Se apoyó sobre el sofá, equilibrando su peso sobre los almohadones—. Sabes que soy tuyo —aseguró con voz baja y áspera—. Tu eres mía. Las chicas siempre van a coquetear conmigo. Tienes que acostumbrarte a eso. No volveré a coquetear, pero tampoco voy a ser maleducado. No era consciente de que eso te molestaba tanto, sabes que ninguna puede reemplazarte. No tienen comparación contigo. Sabes que te quiero, ¿verdad?

¿Por qué tiene ese efecto en ti ? No puedes enfadarte con él por nada.
Le pellizcaste la mejilla y te regaló la expresión más linda. Agachaste la cabeza mientras te morías por dentro. Era demasiado lindo para resistirse. Tuviste que estirarte y besarlo.

—Yo también te quiero. Me he comportado de forma infantil y celosa.

—Pues sí.

Suspiraste.

—Pero esa discusión la dejamos para otro día. —Sonrió—. Además, me gusta verte celosa.

—Vuelve arriba. —Le ordenaste señalando con el dedo.

Finn saltó al sofá para sentarse a tu lado. Te agarró de la cintura y te atrajo hacia él.
Le pusiste la mano en el pecho para que corriese el aire.

—Vete arriba. No me molestes.

No se lo tomó en serio y tú supiste que no se te podía tomar en serio. Soltaste una risita; Finn aprovechó tu buen humor. Conforme subía los dedos por tu camisa y te hacía cosquillas, te recostaste en el sofá riéndote descontroladamente.

—¡Finn! —conseguiste chillar. Se puso encima de ti.

—¿Eh?

—¡Quítate! —Te bajaste la camiseta para defenderte del ataque de cosquillas. Acercó su cuerpo al tuyo y te dio un pico.

—Ven conmigo. —Volvió a besarte antes de que pudieses responder.

Tus labios respondieron por ti. No les hacía falta hablar. Solo tenían que actuar dándole la bienvenida. Deslizaste los dedos por su espalda y por su cabeza, y le acariciaste el pelo. Conforme el beso se intensificaba, le rodeaste la cintura con las piernas. Te agarraste fuerte a él y se levantó.

—Vas a venir conmigo —empezó a decir, pero tú estabas demasiado impaciente como para esperar.

Volviste a besarlo, bloqueando sus sentidos mientras dejaban atrás el sofá. Al sentir la espalda contra la pared, te detuviste un momento, necesitabas respirar. Suspiraste y te agarraste más fuerte a él. Sus labios ansiosos se dirigieron a tu cuello, donde tenía intención de dejarte huella. Echaste la cabeza hacia atrás al tiempo que te derretías ante su tacto áspero. Te encantaba, y el deseo empezaba a confundirte.

—Vamos arriba —gemiste sin aliento, moviéndote contra él.

Te soltó. Le tomaste la cara con las manos y lo besaste una vez más antes de separarte de él y de salir corriendo escaleras arriba.

—Te quiero. Date prisa. —lo provocaste mientras subías hacia el dormitorio. Al oírlo detrás de ti aumentó el fervor.

Cuando llegaron a la habitación, tomaste a Finn por el dobladillo de la camisa y lo llevaste hacia la cama. Te besó la frente, la nariz, la mejilla, haciendo gala de su dulzura nata antes que dieses el siguiente paso en su relación.
Te sentaste en la cama y miraste esos ojos tan bonitos. Una parte de ti estaba recelosa por lo que estaba a punto de ocurrir, pero a la vez querías hacerlo.
Cuando se levantó la camiseta dejando ver su cuerpo marcado, quedaron claras las ganas que tenías de hacerlo.

—No hace falta que lo hagamos. —Te levantó la barbilla de la forma más suave posible—. Podemos...

—Quiero hacerlo. Te quiero. —Te recostaste en la cama.

"Que el corazón te guíe" ©️ Finn Wolfhard Donde viven las historias. Descúbrelo ahora