seis

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Había hecho buena mañana en el sur de California. Año Nuevo fue la semana pasada y una de tus decisiones había sido innovar. Querías hacer cosas nuevas, viajar a lugares nuevos y conocer personas interesantes.
Diste vueltas en la cama hasta que encontraste el teléfono, lo tomaste y te diste la vuelta. Hoy en día, ¿quién no veía ese dispositivo como si fuese el periódico de la mañana?
Después de secarte las lágrimas del bostezo mañanero, empezaste a verlo. Tenías mensajes de amigos, pero uno te llamó la atención. Era de Finn. Sí, lo habías conocido hacía unas semanas y habías tomado la iniciativa de darle tu número esa misma noche. Como mínimo puede decirse que fuiste valiente. Había sido una forma de ganar más seguridad.
Abriste el mensaje y lo leíste.

¿Quieres salir conmigo hoy? Podemos ir a comer algo si quieres y tomar un café. Si te gusta el café. Ja, ja, ja. La cuestión es que me gustaría salir contigo.

Que buen despertar. Le respondiste con tu dirección y le dijiste que estarías lista dentro de cuarenta y cinco minutos.
Al salir de la cama intentaste agarrarte a algo, pero fallaste.
Acabaste en el suelo y sentiste cómo te habías retorcido el hombro.

—¿Estás bien? —La voz de padre resonó desde abajo.

—¡Sí! —gritaste mientras te levantabas del suelo alfombrado. Casi te habías roto la cara.

Te acercaste al armario y buscaste lo que querías ponerte.
Sin querer esforzarte demasiado en la imagen, tomaste un suéter gris rima y unos jeans gastados. Mientras ibas a buscar tus zapatos Gucci Princetown Leather Slipper rojos te alejaste del armario y los tiraste encima de la cama, luego fuiste a la cómoda negra.
Encontraste los zapatos y los dejaste con el resto del conjunto. En la cómoda tenias un surtido de anillos y collares. Elegiste un collar refinado con un corazón de oro y unos diamantes. Después de tomar ropa interior limpia y de encender la radio, te metiste en el baño para darte una ducha con hidromasaje.
A continuación, te vestiste, y, cómo te sobraban veinte minutos, te maquillaste un poco. Reservaste cinco minutos para ondularte el cabello; te gustaba cómo ibas. A mamá le encantaría.
Llamaron a la puerta principal, y casi inmediatamente, como si hubiese estado esperando, tu madre dijo:

—Cariño, ha venido Finn.

Te miraste en el espejo del baño.

—No sabía que los chicos siguiesen llamando a la puerta. —Volviste a mirar el celular antes de tomarlo.

—¡Bien. Ya bajo! —gritaste. Entraste en tu cuarto y tomaste las llaves de casa y la billetera, no te apetecía llevar cartera.

Al bajar por la escalera viste que tu padre estaba cruzado de brazos mientras hablaba con Finn, como si le estuviese bloqueando el paso. «¿Qué está haciendo este hombre?»

—Buenos días —saludaste a todos.

—Holaaaaa. —La expresión severa de tu padre desapareció ante tu presencia. Incluso descruzó los brazos y lanzó una sonrisa alegre.

No te iba a engañar.
Finn miro como entrabas en el salón.

—Hola.

—Estaba hablando con el chico —dijo tu padre.

Miraste a Finn, que llevaba un suéter mostaza con unos jeans negros.

—Nos vamos a desayunar —dijiste, y fuiste hacia la puerta.

—Conduce con cuidado —advirtió tu padre a Finn—. Sé que te han puesto varias multas por ir deprisa.

Te diste vuelta y miraste a tu padre.

—¡Papá!

—Tranquilo. No le pasará nada —aseguró Finn mientras iba hacia la puerta. La sostuvo y esperó a que salieses primero. Mientras cerraba la puerta dijo:

"Que el corazón te guíe" ©️ Finn Wolfhard Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum