Capítulo XVI: El adiós

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La fría brisa que acostumbraba a recorrer el pequeño pueblo de Glorysneg, lo hacía de nuevo aquel día, arrastrando consigo tristeza que flotaba en el ambiente. El cielo lucía encapotado y pequeñas gotas de lluvia caían sobre el césped del sepulcro, de forma casi reverencial.

Junto a Ciro, bajo el paraguas, Amy vestía por primera vez su único vestido negro, y acariciaba con letanía su colgante de media luna. En silencio, agradecía que James se hubiese tomado la molestia de buscarle el tipo de atuendo adecuado para la ocasión. No habría querido ofender a la familia Kornovski con su ignorancia, ya tenían bastante con la pérdida de su hijo. La madre destrozada escuchaba la misa con los ojos empañados y enrojecidos. La pobre mujer temblaba, aferrada al brazo de su marido.

  

Amy veía aquella misma angustia que transmitía la pareja, reflejada en los ojos de Ciro. Había crecido con Vladimir, habían sido grandes amigos y su pérdida le destrozaba. Ciro atesoraba con premura a las pocas personas en las que depositaba su confianza, y la muerte de Vladimir era un duro golpe para él. Impulsiva como siempre, lo abrazó queriendo ofrecerle su consuelo. Él no tardó en rodearla con sus brazos y colocar bien el paraguas para cubrirlos a ambos. Enterró el rostro en su hombro y oculto tras su pelo derramó las lágrimas que no había querido derramar hasta entonces. Amy angustiada por su respuesta le acarició la cabeza y le susurró palabras tranquilizadoras. Habría dado cualquier cosa por apartar de él la tristeza, y se sentía muy impotente al no poder ofrecerle nada más.

Le debía tanto a aquel muchacho. Desde que había despertado en su cocina, él siempre la había cuidado y protegido. Incluso el día que había abierto la puerta de los horrores y había vengado la muerte de Vladimir. Recordaba haber vagado por el pueblo, tratando infructuosamente de recordar el camino de vuelta a casa de los Doyle. Se lo había encontrado esperándola junto a la puerta de la cafetería, donde se habían despedido. Ciro nunca entendería el alivió que sintió al verlo en aquel momento. Ella quería proporcionarle esa clase de consuelo. Cuidarlo tal y como él había hecho con ella.

Sin embargo, mientras cavilaba sobre todo aquello, la energía que había gestado en su interior se agitaba sin cesar, dificultando su tarea. Amy no sabía qué hacer con ella, pero debía averiguarlo pronto o perdería el juicio. Parecía haber desencadenado una bestia confinada en su interior, que no sabía cómo controlar. Cuando la presión era demasiado fuerte y le obnubilaba la mente, solía hacer levitar pequeños objetos. Pero Amy sabía que llegaría el momento en que su pequeña táctica no sería suficiente. Se prometió a sí misma que para entonces habría aprendido a controlarla.

De pronto, captó dos presencias que reconoció como demoníacas. Se sorprendió de la simultaneidad de su aparición. No pudo evitar preguntarse, sí no habría sido culpa de su ensimismamiento, el no haberlas percibido antes. Reconoció el aura de Nika sin esfuerzo, acompañada de un desconocido para ella. Mas la presencia que logró perturbarla no fue la del desconocido, sino una tercera cada vez más próxima a ella. Kaleb Kirchev, se acercaba a ellos sin cubrirse de la lluvia. Su aura y poderío lo abarcaban todo e inundaban sus sentidos, hasta el punto de dejarla casi aturdida. Le llevó un momento recuperarse de la impresión.

Con mimo, Amy enarcó la cara de Ciro entre sus manos, secó sus lágrimas y le retiró un rebelde mechón de pelo, que insistía en taparle los ojos. Luego se puso de puntillas para depositar un casto beso sobre su frente y se retiró lo suficiente para romper el contacto. Metida dentro del paraguas agarró la mano de Ciro, mientras trataba de infundirse valor para enfrentarse a la furiosa mirada del demonio.

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