Capítulo 2: Mewni en la actualidad

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Por las calles de Mewni se movía la gente y se arremolinaba alrededor de los puestos de venta. Cada día en todos los barrios muchos mewmanos se disponían a comprar víveres para el hogar. Pan, frutas y verduras. Algunos salían a pasear con sus hijos o bebés. Otros simplemente caminaban por el placer de salir de su hogar para tomar un poco de aire fresco y disfrutar del sol en sus cabezas.

En algunos de los bancos alrededor de la fuente del reino, donde varios de los vendedores ambulantes se juntaban, los ancianos se sentaban a hablar de sus historias y a quejarse de la sociedad de hoy en día.

― Esto ya no es lo que era. En mis tiempos nosotros no teníamos que convivir con monstruos. Y míranos ahora, compartiendo el mismo aire que respiramos. ―comentaba un mewmano anciano.

A su lado estaba sentado otro anciano, pero este pertenecía a la raza de los semibestias. Se trataba de un viejo hombre búho, que reposaba sus alas sobre un bastón de madera.

― Si, y yo recuerdo cuando los únicos mewmanos que veíamos eran los que salían en los pergaminos diarios, donde explicaban más noticias del día a día.

Ambos señores mayores se miraron de forma rancia y luego comenzaron a reírse mutuamente. El que era mewmano comenzó a toser por culpa de la risa, y su compañero le palmeó la espalda para ayudarlo a reponerse.

Luego, se fijaron en un tipo encapuchado, con cuernos y un manto cubriéndole.

― Mira a ese joven como va vestido. Hoy en día es imposible entender las tendencias modernas.

― Cállese, abuelo. ―chilló un preadolescente que iba caminando por la calle con su grupo de amigos.

Ambos señores mayores se echaron hacia atrás, abrieron los ojos y arrugaron la cara en un gesto de molestia e indignación. El semibestias hinchó su pecho y erizó sus plumas.

Oye Kleyn, esos niños están hablándole mal a un señor mayor. El herrero ignoró a la voz en su cabeza y siguió caminando. ¿Me has oído? Oh, que pregunta, siempre me oyes.

― Por desgracia. ―susurró para sí.

¿Por qué ayudas a un muchacho a recuperar sus tijeras, pero no ayudas a unos ancianos cuando están siendo molestados por unos niños inmaduros? Evadió a la gente hasta llegar a un camino adosado por adoquines. Más adelante de este había dos estatuas enormes. ¿Me estás escuchando? Oh, ten cuidado con esa piedra. Este avanzó hasta ellas y en su camino le dio una patada a una piedra que tenía delante, la cual repicó contra el metal de su bota. Veo que no me has escuchado.

Delante de las dos estatuas había una piedra con una inscripción:

"Monumentos conmemorativos a los ciudadanos Marco Ubaldo Díaz y Hekapoo. Ciudadanos de Mewni, matrimonio y personas de buen corazón".

Además de esa inscripción, cada estatua tenía su propia inscripción personal. Se aproximó a la del hombre.

La estatua representaba a un sujeto alto de constitución fuerte. Este tenía una cicatriz en el ojo izquierdo y un lunar en el derecho. Su cabello era corto y rebelde. Sus ropas eran similares a alguien que hubiese pasado mucho tiempo cazando criaturas peligrosas. Y, a un costado de su cintura, una espada katana. Su inscripción decía así:

"Marco Ubaldo Díaz (humano)

Él se fue a vivir a Mewni y allí se unió a los guardias del reino. Dónde prestó sus servicios como guerrero protegiendo a la gente del pueblo.

Dio su vida con honor luchando en el campo de batalla durante la guerra contra Eclipsa y su ejército de no-muertos.

Su recuerdo perdurará por siempre en nuestros corazones".

La forja (SVTFOE)Where stories live. Discover now