35. REVELACIONES

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REVELACIONES

El día parecía perfecto, estaba soleado, el aire cálido, las nubes blancas y las flores florecían, cualquiera apostaría a que continuaría así de bello y abrazador. Sally por lo menos tenía la esperanza de que todo saldría bien pero no tenía ni mínima idea de cómo comportarse ni cómo vestirse para su futuro marido. Ella en serio quería darle una calurosa bienvenida, hacerlo sentir bien y dejar en claro que no lo iba a dejar de amar solo porque estaba enfermo o por el asunto de su pierna. Quería aparentar que nada había pasado, aunque en el fondo solo quería llorar.

Estaba dispuesta a usar algo corto y picante pero no tanto, ansiaba poder sacarle una sonrisa más a Ethan pero también no quería hacerlo sentir mal si una gran erección salía de su pantalón y él no poder hacer nada. No sería cómodo para él ni justo. Pero, tampoco se iría como una monja, así que optó por un vestido de manta rosa vieja que le llegaba hasta los tobillos pero con escote accesible a sus senos provocadores y unos tacones de aguja blancos. Se maquilló y hasta se peinó diferente.

Las últimas dos semanas ella estuvo como buena futura esposa, visitándolo y consintiéndolo lo máximo posible, pero tenerlo en casa en esos momentos le provocaba mariposas en el estómago y vértigo. Ethan siempre se mostraba gentil, y jamás enojado, mucho menos frustrado por su pierna, eso era un enorme avance para ambos. No importaba las condiciones, siempre se seguirían amando.

— ¡Sally ábreme! Traigo una sorpresa— gritó Alec detrás de la puerta de su habitación. — Prometo que no son osos de peluche.

— No te abriré, me estoy alistando. Dame un minuto ya salgo.

— No le creas Alec, las mujeres siempre mienten así, vamos a molestar a otra que tenga tiempo— era la voz de Ethan también detrás de la puerta. — Una que diga que saldrá en una hora.

Sally dejó de hacer lo que hacía y corrió asustada a abrir.

—¡Sorpresa! — gritaron los dos al verla.

Ethan estaba en una silla de ruedas con la pierna izquierda vendada y estirada. No tenía barba y su cabello estaba recién cortado también. Se miraba de buen color, y encantador. Mientras que Alec, no se había tomado la delicadeza de cortarse la barba o peinarse en meses.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le gritó a Ethan. — Aún no te dan de alta hasta el medio día —ella se cruzó de brazos observándolo bien.

Traía flores en su regazo y una sonrisa de oreja a oreja.

—Le caí bien a las enfermeras, me dejaron ir rápido, mi encanto las noqueó.

—No me vengas con esto Ethan, — ella los dejó pasar a su habitación—Yo quería ir por ti. Tú idiota, te me adelantaste —se quejó con su hermano.

Alec ayudó a mover la silla de Ethan mientras se defendía de su hermana.

—¡Oh vamos! Te ahorré el viaje y el papeleo. Agradéceme, soy buen hermano y cuñado. No lo niegues

—No lo estoy negando Alec, pero no te me vuelvas a adelantar de esta forma. — le pidió ella, aun molesta con él. — Ahora, te pido que nos dejes solos por favor.

—Claro, espero que puedan follar a gusto, mientras no estoy... Imagino que en el hospital les fue imposible.

—¡Alec! — gritaron los dos al mismo tiempo con las mejillas ruborizadas.

Cuando Alec se marchó dejando cerrada la puerta, Sally se acercó a Ethan con fiereza sexual, se arrodilló y para estar cerca de sus labios y lo besó con desesperación pero no sin antes acariciarlo.

Nosotros Es Igual A NadaWhere stories live. Discover now