C4: Teatro.

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Las discrepancias entre personas es un acto natural que debe ocurrir en algún punto, sobre algún tema en específico. Es normal, e incluso sano, tener diferencias. En una amistad, siempre habrá diferencias, peleas, discrepancias, debates abiertos sobre distintas cosas, el punto está en poder, de forma madura, entender cada parte y sus distintos pensamientos, así mismo, no permitir que esto perjudique brutalmente el futuro.

Eso siempre lo tuve claro alrededor de mi vida, por eso, cuando West y yo decidimos permitir que esas dificultades decidieran nuestro futuro, rompiendo nuestra amistad, no pude evitar culparme; una y otra vez me repetía que, de alguna forma, la decisión fue tomada por mí, y no fue la correcta.

Por más extraño que parezca, durante los cuatro años y tres meses que la pelirroja Canon y yo llevamos de amistad, ni una sola pelea ha acontecido. Hasta el día de ayer.

Quiero decir, cada vez que tenemos opiniones distintas, respetamos cada parte y decidimos olvidar el tema, sin abrumarnos por nada. No nos dejábamos llevar por nada. No me podía imaginar algo así, la verdad, pero así es, siempre he creído que la razón son nuestras semejanzas; lo mucho que nos parecíamos en tantas cosas y la línea que nunca cruzamos, esa línea en rojo impuesta por cada código de nuestra creación.

Haber tenido esa pequeña discusión con ella en la noche de ayer me puso a pensar sobre muchas cosas, además de hacerme templar al respecto de nuestra amistad. No me siento preparada para perder una amistad tan valiosa como esta. Chelsea y yo compartimos muchas cosas, ¡somos mejores amigas! Me negaba a dejar nuestra amistad en un limbo.

—¿Te sientes bien? —cuestiona mi madre, al momento de estacionar frente a la entrada.

—Algo.

—¿Sigues mal por lo de anoche? —asiento en respuesta—. No deberías, puqui, no hiciste nada malo.

—Rompí un código, eso es suficientemente malo —hago un puchero.

—Somos humanos, nos equivocamos a veces —despeja el cabello de mi rostro—. ¿No crees que eres algo dura contigo misma?

—Pero no podemos romper los códigos, madre, está mal.

Ella deja escapar un largo suspiro, meditando sus próximas palabras.

—Te amo, hija, pero espero con ansias el día en el que esa forma de pensar tuya acabe —confiesa, prosiguiendo—: el vivir no tiene reglas, mucho menos códigos, es complejo, pero se trata de disfrutar y sentir. Se trata de cometer errores, tenlo siempre presente.

—Tú no lo entiendes —reprocho, retirando el cinturón de seguridad—. Hoy tengo teatro hasta las tres, cuando salga iré a casa de Ashton para hacer el trabajo de alemán. No me esperes.

Mi madre asiente, esperando el momento en el que me volteo para cerrar la puerta.

—No te enojes, puqui, sabes que te amo y sólo quiero lo mejor para ti —me recuerda—. Tengo unos asuntos con la galería a las afueras de la ciudad, así que te quedarás con tu tía hoy. Te amo.

—Y yo a ti —lanzo un beso hacia ella.

Reviso que todo esté en orden antes de entrar al instituto, entrando en búsqueda de una pelirroja y encontrándola de forma inmediata. Esta se encuentra arreglando su cabello frente a un pequeño espejo que colgaba en su casillero, solitaria.

—¿Podemos hablar? —me recuesto en los casilleros—. ¿Sigues enojada por lo de ayer?

—¿Enojada? —cierra su casillero para mirarme—. Obvio no, ¿por qué lo estaría?

La observo con confusión absoluta, intentando comprender sus palabras. Ella es muchas cosas, pero nunca olvidaba algo que le provocara bastante interés.

Código de Amigas [#1]Where stories live. Discover now