Tenía tanto miedo de que un día eso pasara, que un día podría perderla.

Entré a su departamento con ayuda del conserje, traía un ramo de flores en mi mano y una gran sonrisa en mi rostro. Hasta que la vi...

Tirada en el piso, el frasco de pastillas para dormir vació a su lado, solté el ramo de flores y corría a ella. Tomé su cabeza entre mis manos y lo primero fue fijarme si respiraba. No, no lo hacía.

La tomé en brazos para ir hasta el baño, la puse boca abajo mientras la sostenía y metí mis dedos en su boca esperando que vomitara las pastillas. Cinco agónicos minutos más tarde lo hizo, pero seguía sin abrir sus ojos.

—Vamos nena.

Mis ojos estaban llenos de lágrimas amenazantes por salir.

La puse bajo el agua helada y reaccionó, estaba confundida empezó a respirar cortado y se la notaba asustada.

—Tranquila, tranquila, Amanda, soy yo, bebé.

Me miró a los ojos y empezó a llorar, cayó al piso sentada y puso sus manos en su cara para que su llanto rompiera aún más y aumentara.

Me arrodillé junto a ella y la abracé, mojándome también yo.

—Por favor, por favor... Nunca vuelvas a hacer eso —supliqué.

Miré sus ojos avellana. Eran tan hermosos.

Saqué el pelo mojado de su cara y besé sus labios, ella se separó de mi, agachando su cabeza. Besé su frente mientras que permitía a las lágrimas salir de mis ojos, dejando que se mezclen con el agua de la ducha.

—Te amo —susurré.

Me miró y juntó nuestros labios.

Odié con mi vida ese día. Fue el primero de todos, luego en el cual descubrí que se drogaba... Eso fue horrible.

La miré, parecía un ángel... Pero no lo era.

Me acosté a su lado para abrazarla, besé su hombro, cubierto por la tela del suéter.

—Te amo —susurré en su oído.

Las horas pasaron, ella despertó junto a mi. Me tomó de las mejillas y me dio un tierno beso en mis labios.

—Lo lamento —susurró.

Volví a besarla.

—No lo vuelvas a hacer, júrame que nunca lo harás de nuevo.

—Te lo juro.

Pero sus palabras no duraron mucho, un mes después otro episodio sucedió. Peleamos y ella se encerró en el baño, yo me quedé rogando que me abriera la puerta desde su habitación.

Escuché cosas caerse y luego su cuerpo caer. Derrumbé la puerta y la vi sangrando desde sus muñecas, sin pensarlo dos veces la llevé al hospital donde lograron salvarla de milagro.

—Lo lamento —volvió a susurrar, como tantas otras veces.

Esas palabras ya no tenían significado.

—No pareces lamentarlo.

—Perdón... Te lo juro, no lo haré otra vez.

Sus ojos lagrimosos me mataban.

La abracé.

—Te amo, ¿Comprendes eso? —pregunté algo frustrado.

—Si... También te amo.

Marvel One-ShootsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora