Capítulo 5

16.4K 847 156
                                    

Antonio subió al segundo piso, sus pasos eran lentos, estaba exhausto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Antonio subió al segundo piso, sus pasos eran lentos, estaba exhausto. La discusión que mantuvo con su hija menor había sido agotadora. Sabía que Emma se sentía mejor después de alejarse de casa, ya que su departamento era el lugar más tranquilo que su hija tenía. Y ella solía reflexionar sobre lo sucedido cada vez que algo así pasaba. Suspiró, todo lo que le dijo era cierto, de verdad la necesitaban, la empresa no había tenido problemas hasta hace medio año. No era como si Emma fuese su última oportunidad, pero si no encontraban a alguien de confianza que cubriera las finanzas de Allan, el dinero comenzaría a desaparecer de nuevo.

Comenzó a pensar que mencionar a su hija para ese puesto había estado mal, no porque Emma no fuera capaz de hacerlo, sino porque Allan no la veía como una empleada, y eso era su culpa. Había contado a su jefe tanto sobre Emma, que no le sorprendía —mucho— que las cosas terminaran así. Allan tendría que dejar de ser un total idiota si quería que Emma lo ayudara, y si la terquedad y orgullo de su hija le impedían ver el problema real e inmenso en el que estaban metidos, todo se perdería, y la empresa se iría a la bancarrota.

Suspiró y fue en busca de Silvia, le daría las buenas noches y besaría a su querido nieto, otro asunto que también le preocupaba; El pequeño Tony era adorable y el sueño de cualquier abuelo, pero Silvia no le mencionaba sobre el padre, aunque era algo obvio de quién era.

Abrió la puerta y encontró a su hija sentada frente al espejo del tocador, se aplicaba crema en las manos y las piernas.

— ¿Emma se fue? —preguntó al terminar su labor.

—Acaba de irse —dijo en voz baja— Tuvimos una discusión, otra más —confesó.

—Lo siento por eso —hizo una mueca— Hablaré con ella mañana temprano, estoy segura que no será problema convencerla.

—Me lo dejó muy en claro, cariño —llegó a la cama y se sentó junto a su nieto. El niño dormía abrazado a un conejo de peluche.

— ¿Me dijiste que rechazó la oferta de trabajo en tu oficina, cierto? —se puso de pie y se abrochó la bata de seda negra que usaba.

—Sí, la rechazó por completo, tanto a Allan, como a mi —talló su sien, angustiado.

— ¿Ocurre algo más, verdad? —se acercó a la cama, se sentó al lado de su padre y sujetó su mano— ¿Papá?

—La situación de Allan es delicada, necesita resolver su problema, y si no confía en nadie no podrá contratar quien lo ayude —dijo lo más que pudo, no era un asunto que pudiera divulgar.

— ¿Y no le explicaste eso a Emma? —se cruzó de brazos.

—No me dejó hacerlo, se fue antes de que le dijera todo —miró a su hija, con pesar.

Tony se movió en busca de un abrazo, uno que su abuelo le dio. Lo cargó con cuidado y besó su frente.

—Esto lo arreglaré yo, no te preocupes —Silvia estiró su mano y tocó el hombro de su padre— Hablaré con esa testaruda y orgullosa chica mañana a primera hora —su ceño se frunció— La llamaré en este momento para dejarle en claro lo que pienso sobre su actitud.

Falsas Impresiones [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora