Capítulo 3

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El plato resbaló de sus manos antes de que se diera cuenta

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El plato resbaló de sus manos antes de que se diera cuenta. Ver la cara sonriente del hombre que la había ofendido de la peor manera la congeló. La miraba fijamente, divertido, y Emma estaba enfurecida.

—Ten más cuidado, hija —Antonio se acercó de inmediato— Pudiste haberte cortado la mano.

—Ve por algo para levantar esto —ordenó Allan caminando hacia ellos— Yo ayudaré a tu hija, Maldonado.

Emma frunció el ceño ante el cinismo del hombre. Miró a su padre asentir apresurado y desaparecer en la cocina. Ella estaba aturdida, ¿por qué ese hombre la afectaba tanto? Quería partirle su engreída cara, cada célula de su ser le rogaba que lo dejara en su lugar para poder estar tranquila.

—No seas tan obvia —susurró él.

Emma apretó los labios antes de responder.

— ¿Cómo se atreve a venir aquí? —siseó llena de ira.

—Shh... —la silenció— Baja la voz, tu padre podría descubrir nuestro secreto.

—No tenemos ningún secreto —aclaró perdiendo la paciencia.

— ¿Ah no? —se tocó la barbilla— ¿Y qué tal acerca del momento íntimo que tuvimos? ¿Te gustaría que Antonio se enterara de eso?

—Lo hará —respondió— Se lo diré en cuanto regrese.

Allan la examinó con la mirada. Ella estaba tan enojada que echaba chispas. Sin duda alguna le encantaba verla así, era divertido y excitante.

—Ya veo —susurró— Aunque decirle que huiste al saber la verdad no es nada profesional.

— ¿Cómo se atreve a decirme eso? —sus ojos ardían enfurecidos— ¡Usted fue quien me atacó!

—Baja la voz —sonrió divertido— ¿O quieres que tu padre nos escuche?

—Tiene que saber la clase de amigo que tiene —habló en un tono alto.

Allan —que se había acercado lo suficiente a la chica como para ver con detenimiento su rostro— observó a la misma unos largos segundos antes de continuar.

—Él me conoce perfectamente, sabe cada uno de mis secretos más oscuros —le guiñó un ojo— Habla con Antonio, si eso te hace sentir mejor.

—Por supuesto que lo haré —dijo dando un paso atrás.

Allan sonreía, complacido, podía ver que Emma estaba nerviosa, y eso le encantaba.

—Váyase —ordenó ella.

—No —respondió guiñandole un ojo.

Emma resopló antes de cruzar sus brazos. Allan comenzó a reír, con auténtico humor, Emma era el tipo de mujer con una mecha muy corta, una que él encendería gustoso. Sus expresiones firmes lo tenían fascinado. Quería a esa chica para él, y se lo dejaría muy en claro.

Falsas Impresiones [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora