Capítulo 1

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Al estar fuera de la oficina, caminó por el pasillo hasta dar con una fila de sillas, doblando el pasillo

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Al estar fuera de la oficina, caminó por el pasillo hasta dar con una fila de sillas, doblando el pasillo. Se sentó aún a su pesar y esperó. No estaba en contra de las relaciones, pero por favor, ¿ser el jefe te daba el derecho a hacer lo que te viniera en gana? Dichoso idiota.

Ese era el amigo de su padre. Increíble. Las cualidades citadas de memoria desaparecieron tan rápido que ahora le parecía un total desconocido. Cruzó sus piernas y suspiró, soltó el resoplido que había reprimido y se sintió mejor.

Quiso llamar a su padre, solo para que supiera que había ido a la oficina tal y como había dicho, pero no lo hizo. Debía tener la entrevista, o su palabra no valdría nada. Miró a los lados y se siguió preguntando dónde estarían todos, ¿acaso había pasado alguna emergencia? ¿O el jefe les había pedido que se fueran para que su encuentro en la bañera fuera secreto? Al pensar eso soltó otro resoplido. Genial, ahora le esperaba una serie de preguntas relacionados a si guardaría el secreto o no.

Al pasar unos minutos, de verdad pensaba en irse, de hecho se había puesto de pie. Pero la idea de no cumplir su palabra y del enojo de su padre la hicieron cruzar sus brazos y esperar. Diez minutos después escuchó un golpe no lejos de ahí, como si alguien cerrada de un portazo, después el sonido de tacones, alguien gritó una maldición. Se puso de pie de nuevo y miró por el pasillo sin lograr ver al responsable.

El ruido de pasos la alertó, aclaró su garganta para enfrentarse a quien fuera la persona que se acercaba.

—Creí que te habías marchado.

La voz del hombre la hizo hacer una mueca. Miró al mejor amigo de su padre, el hombre que le había dado la peor primer impresión del mundo, acercarse lentamente a ella. Allan lucía sorprendido, ¿y cómo no estarlo? De verdad creía que la hija de Antonio se habría ido al presenciar ese momento. Pero ahí estaba, esperando por él. Suspiró aliviado y sonrió a la chica.

—Pese a lo que usted haya pensado, señor Estrada —dijo firmemente— Yo soy una mujer que cumple lo que promete.

—No esperaba menos —respondió él.

La miró fijamente, una vez más, recorriendo cada centímetro de su figura. Emma se obligó a no decir algo, y esperó. Él venía usando solo un pantalón de mezclilla.

—Lamento, de nuevo, que hayas presenciado esa escena —dijo a los segundos— Fue un accidente.

—No tiene porqué darme explicaciones —dijo ella sin importarle— No es de mi incumbencia, y no me interesa saberlo.

Allan parpadeó impresionado.

—No me esperaba eso —dijo con honestidad— Aún así no justifica el horrible momento que te hice pasar.

Emma estaba perdiendo la paciencia, quería terminar con esa desagradable experiencia, lo antes posible.

— ¿Acabemos con esto, quiere? —pidió señalando la oficina.

Falsas Impresiones [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora