Those we not Forget

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GATE y Girls und Panzer no me pertenecen.  

Those we not Forget

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1 mes antes de que apareciera el GATE.

Era un día lluvioso. Un barco militar, un destructor alemán, se acababa de detener en un muelle del desierto puerto. La lluvia gris mantenía ahuyentado a todo aquel que no fuera trabajador, provocando que hubiera una extraña calma en el lugar. Salvo las gotas, y el ocasional automóvil o grúa, nada se escuchaba.

Tres vehículos fueron bajados del destructor. Eran tres kübelwagens, vehículo todoterreno alemán utilizado hacía cerca de 70 años atrás. Apenas fueron soltados por las cadenas, los 12 pasajeros del destructor se subieron a ellos y se largaron del puerto en el más pesado silencio.

Mientras más manejaban, más se ensombrecían. El cielo se oscurecía por cada minuto. El grupo de 12 personas vestidas con uniforme gris se mantenía callado, solamente interrumpiendo el mutismo al pasar por una tienda que, extrañamente, no se encontraba cerrada en aquel extraño día, el cual había sido declarado día libre local. Andando con lo comprado resguardado de la lluvia, el grupo siguió avanzado por las calladas calles desiertas, donde se vez en cuando se veía una pobre alma, mezclándose sus uniformes y el camuflaje de sus vehículos con el gris del ambiente.

Sus ruedas los llevaron a las afueras de la enmudecida ciudad. Sin cesar su marcha, los 12 alemanes pasaron por una zona de los suburbios radicalmente diferente a los demás. Seguía siendo gris, pero presentaba numerosas ruinas destrozadas, reducidas al polvo. Las fachadas sombreadas daban un aspecto lúgubre al sector ya de por si deprimente, y haría pensar a cualquiera que fue simplemente otra zona que sufrió los efectos de la devastadora guerra más sangrienta de la historia.

En medio del paisaje deprimente, en una solitaria y ruinosa plaza de reducido tamaño, se erigían restos de lo que habían sido defensas: sacos de arena, escombros y muebles colocados a consciencia, incluso zanjas fueron cavadas. En medio del caos que eran los restos, se alzaba un solitario monumento, tan gris como el ambiente que lo rodeaba. El grupo pasó de largo, todos con el ceño más ensombrecido que la ciudad local.

Saliendo de la carretera y entrado en un camino de tierra, los 3 vehículos ligeros avanzaron a través de unas pocas colinas hasta llegar a un solitario lugar. Una solitaria reja limitaba el paso a dos entrada, una junto a la otra, ambas abiertas de par en par. Había un par más de caravanas aparcadas, d vehículos respectivamente. Ignorando a los anteriormente llegados, el grupo de 12 alemanes de uniforme gris descendió de sus propios vehículos y, tomando su compra, se adentraron en el lugar. Dentro, la vista no dejo de ser deprimente.

Interminables cruces llenaban la vista, sobrecogiendo a quienquiera que las mirase. Podría pasar por u cementerio religioso cualquiera, pero tenía una particularidad que pocos tenían.

Las cruces. Todas las cruces, blancas y pálidas, eran iguales.

Ordenadas en formaciones casi cuadradas, u gran cuadrado de 9 grupos de 15 por 16 cruces colocadas simétricamente era la visión que llenaba la vista. El grupo se dirigió hacia los 3 grupos de cruces del norte del cuadrado; aquellas con la balkenkreuz en el centro. Deteniéndose en los pequeños pedestales al inicio de cada grupo de cruces, colocaron unas floras antes de dispersarse. A lo lejos se veía a aquellos que llegaron antes, por las puertas llegaban más. De los 12 oficiales alemas, la mayoría se dispersó entre las tumbas, unos pocos yendo hacia las tumbas con la estrella roja. Entre los que se mantuvieron por la zona, ausente de la llegada de otros, se encontraba un rubio e cabello algo corto, una cara impasible al igual que varios, y unos ojos grises que miraban fijamente una cruz como si pudiera levantar a aquel que yacía bajo ella.

Su nombre era Karl Schmidt.

Empezó a caminar aparentemente sin rumbo, entre las tantas tumbas establecidas allí. Más de 2.100 tumbas estaban en ese lugar, como una señal de respeto a los fallecidos. Más gente ingresaba por las puertas. La lluvia no paraba. El gris seguía ausente pero presente.

Sus pasos lo llevaron hasta una tumba aleatoria. Leyó el nombre. Edward Fehring. El hermano de su siempre segunda al mando, actual artillera de tanque.

Sus pensamientos desvariaron hacia aquel rubio de baja estatura. Amigable, aunque no siempre paciente. Quiso el destino que fuera de los primeros. Se le apareció por la memoria el día que lo conoció. Ceremonia de ingreso. Ese mismo día se armaron tripulaciones y equipos. Karl era de un equipo mixto. Él era de un equipo blindado. Desafortunadamente para él, Karl fue mejor comandante, y su equipo mejor coordinado.

Tras la humillante derrota ese día, el grupo de Edward siguió mejorando. A pedido del propio líder, estuvieron bajo su unidad. Su bautismo de fuego juntos no fue nada espectacular, una emboscada que los sacó de juego casi de inmediato y Karl tuvo que ir a salvar la posición con el resto de la compañía. Al siguiente duelo no tuvieron protagonismo. Luego, fue el turno de que él vera las margaritas crecer desde abajo. Emocionado estaba por su primer juego con posibilidades de brillar. Lástima que no se le permitió.

Vagando entre más tumbas, empezó a recordar a aquellos cuyos nombres conocía. Frederik Ditch. Jurden Moller. Eran solo algunos de ellos.

Nombres que ya no significaban nada.

Una solitaria trompeta empezó a tocar una triste melodía a lo lejos. La lluvia seguía cayendo. El mutismo de todos seguía.

Los uniformes beige de los rusos ya presentaban un número mayor al de los alemanes. Debía haber unas 200 personas dentro del recinto. Alejándose lentamente, en dirección a su vehículo, observó que su grupo se encontraba replegándose a su transporte también. Seguramente los 4 se irían a la cuidad a buscar algún lugar donde pasar el tiempo que quedaba hasta el anochecer.

El flujo de gente en la entrada se reducía. Nadie más entraría al triste panorama presente.

A pesar de la lluvia que seguía cayendo, y del oscuro gris que adornaba todo, cuando pasó por las puertas deshaciendo sus pasos tuvo suficiente luz para ver el grabado en ruso, inglés y alemán que había en un pequeño memorial, entre las dos entradas a aquel lugar que recordaba ese fatídico día.

"En memoria de los caídos en la Última Batalla de Kaliningrado.

Sus vidas nunca serán olvidadas."

GATE: Thus the Tankery schools fought there!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora