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     El ceño del californiano se frunció por la preocupación. Suspiró y no dudó en contestar ni una sola vez.

avi_kaplan: Heyyy, qué sucedió?   4:35 pm

     Pasaron al menos treinta segundos hasta que la rubia contestó.

kirstintaylor12: Nada, no pasa nada. ¿Qué hacías? c:

avi_kaplan: Dime, podría ayudarte. Me has dejado preocupado :/

     La blonda quedó pasmada ante tal mensaje, aún no se acostumbraba a tal muestra de interés, siquiera de su mejor amigo. Suspiró y decidió usar su carta de siempre, excusarse con que tenía que hacer algo.
     No era del todo mentira, debía quitarse todo lo que se había puesto encima para intentar tomarse una foto linda, lo que le impidió su mayor demonio.

kirstintaylor12: Ya te dije que nada. Debo irme, hay unas vainas que tengo que hacer. Ten una linda tarde.

     Entonces, Kaplan comenzó a pensar y a oír lo que él sentía. Desde que la conocía, casi  en cada conversación ocurría algo de lo que ella prefería no decir absolutamente nada, dejándolo desorientado. Se propuso oponerse, necesitaba saber qué la había atormentado esta vez, y así todas las demás que ocurrieran de ese día en adelante.

avi_kaplan: KIRSTIN, QUÉDATE. Por qué eres asííí?

Visto

avi_kaplan: Hey, contesta :(

Visto

avi_kaplan: No planeas hablarme, verdad?
    
     Por tercera vez el mensaje fue ignorado. Él lanzó un gruñido de frustración algo sonoro mientras pensaba en alguna manera de llamar su atención. Al otro lado de la pantalla, ella se encontraba con una expresión de angustia. «Sigue» era lo único que pensaba, suplicaba sin darse cuenta por alguien que en serio se preocupase, pero no se daba cuenta de que era él.
     Apartó la vista de su teléfono sintiéndose presa del miedo incoherente otra vez. Unas pequeñas lágrimas bajaron por sus mejillas y maldijo el momento en el que había enviado aquellos mensajes pidiendo ayuda.
     Su mente la consumía en un agujero negro, el más oscuro y tenebroso que conocía a la perfección pero al que nunca podría acostumbrarse. Todo a su alrededor había desaparecido para ella, hasta que una melodía inundó sus oídos haciéndola sobresaltar, resultó ser su teléfono.
     Volteó con el corazón a punto de salirse por su boca, se dio cuenta de que se trataba de una vídeo llamada de Avi desde instagram. Cubrió su boca y soltó un sollozo silencioso sintiendo que, si había alguien allá arriba, pues había escuchado sus plegarias. Tardó en contestar, pero no dejaría pasar esa oportunidad.
     La cámara de su teléfono solo enfocaba el piso, pero el rostro del joven se mostraba en su pantalla. Quedó embelesada con tal imagen, sus ojos eran más preciosos viéndolos tan de cerca pero a la vez tan lejos, mientras que su cabello se encontraba recogido en una coleta y su barba parecía suave a través de la cámara.
     —¿Kirstin?—fue lo primero que pronunciaron sus labios—Kirstin, ¿Podrías por favor dignarte a contestar?—su exageradamente grave voz le erizó la piel.
     —Estoy bien, Avi—susurró en un hilo de voz al micrófono del teléfono.
     El barbudo frunció su ceño al escuchar su voz.
     —¿Estás bromeando? ¿Acaso te escuchas a ti misma?
     El corazón de Kirstin se enterneció por primera vez en mucho tiempo, y pudo por fin regocijarse en la calma que su llamada empezaba a emanarle.
     —Déjame verte—dijo notando que no le contestó.
     —¿Qué? Por supuesto que no—habló casi alarmada.
     Su ligera capa de maquillaje se había corrido por las lágrimas, se notaba a horrores.
     —¡Vamos! No pararé de insistir.
     La rubia lanzó un suave gruñido, no se detendría y lo supo cuando siguió negando durante otros minutos más. Entonces fue cuando decidió mandar a la mierda todo, pues estaba a millones de kilómetros, ¿Qué era lo peor que podría pasar?
     En segundos de silencio, ella dejó su teléfono en un equilibrio perfecto para poder mostrar a su persona sin tener que tomar el aparato. Luego, cambió la cámara.
     El corazón de Avi se encogió y se apretujó, sintió como si un bate hubiera golpeado repetidas veces el órgano responsable de la circulación de su sangre.
     La vista era la siguiente: Kirstin estaba enfundada en un vestido rosa pálido, sus mejillas seguían aún húmedas dándoles ese caracterísico brillo triste con el maquillaje —que no necesitaba— corrido. Se encontraba mirando hacia otro lado, nunca q la cámara, el miedo de ser juzgada apareció nuevamente.
     Nuevas lágrimas bajaron.
     Como si el barbudo pudiera escuchar sus pensamientos, habló.
     —Linda, ¿Qué es lo que ha pasado? No llores—dijo suavemente, y entonces la rubia comenzó a respirar dificultosa.
     No respondió.
     —¡Hey, Kirs! No, vamos. Respira profundo—ella trató de concentrarse solamente en él, y por primera vez vio en su dirección.
     En cuestión de minutos ella ya había parado de llorar, y él la miraba con una ternura envenada de compasión y melancolía.
    —Lávate el rostro, cámbiate y cuando vuelvas seguiré aquí—le sonrió.
     Ella lo vio dos segundos y sin más asintió, quiso darle las gracias pero ninguna palabra salía de su boca. Se levantó y cuando desapareció de la pantalla, él comenzó a intrigarse aún más y se propuso hacer lo que fuera para que no tuviera que pasar un momento así, sola.
     Cuando volvió parecía una pequeña niña que se recuperaba de una fiebre. Se la veía algo débil, decaída, de piel páida y enfundada en una cómoda pijama que pese a transmitir esa sensación, solo contribuía en su aspecto enfermo que se apaciguaba con ternura.
     —Hey, tranquila. No me conoces mucho, por no decir nada, y viceversa, tampoco soy quien para juzgarte. Estoy aquí, aunque tal vez ni siquiera me quieras.
     Ella le miró y un amago de sonrisa surcó sus labios, sintió sus ojos llenarse de lágrimas de nuevo.
     —¡No, no, no, no, no!—dijo atropelladamente—¡Hagamos algo!—suspiró suavemente—recuestate y pon el teléfono en un sitio donde pueda ver tu rostro, no te asustes porque no es para nada malo.
     Ella no tuvo más opción que confiar, pues en ese momento era él lo único que tenía, aunque fuese un extraño viviendo al otro lado del continente.
     Tomó su teléfono y posicionó la almohada de manera que el aparato quedara frente a ella, entonces se recostó y miró sus dulces ojos verdes.
     —No hablaré si así lo deseas, pero estoy aquí y mientras así sea, prometo no fallarte—susurró lo que a su pesar fue demasiada confianza. Ella asintió y se quedó mirándole.
     Así transcurrieron los minutos. Él mirando a la que le parecía ser la chica más misteriosa y extraña que nunca antes había conocido, y la muchacha tratando de pensar qué podía ver él en ella para estar haciendo este gesto tan, pero tan significativo.
     Fue entonces como si estuviera él a su lado, confortándola sin palabras y dejara de ser por cinco segundos "el chamo gringo que la chanceaba".
     Inexplicablemente sintió como todo desaparecía y eran solo ellos dos. Él la veía angelical, sin comprender por qué pero sin serle realmente necesario saberlo.
     Tenía ganas de abrazarle tan fuerte, lo suficiente para pegar todos los trozos que se habían roto en mil millones de partes.
     Y ese fue el ambiente de ellos, donde parecía ser todo incoherentemente perfecto. Era lo mejor que había sentido Kirstin en años, pero se acabó aquel disfrute ya que se sobresaltó al escuchar a su madre azotar la puerta principal de la casa. Abrió los ojos y suspiró, sintiendose nuevamente exasperada.
     —Gracias, debo irme—le susurró y al barbudo no le dio tiempo de responder porque ya había cortado.
     Al separarse del teléfono la fría realidad cayó sobre él, ¿Cómo había podido comportarse así con una chica que vivía millones de kilómetro lejos de él? Lentamente se dio cuenta de que su curioso interés lo terminaría comiendo por dentro.

Qué Chévere Eres, Vale. ©Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang