Testimonio 9: Saber perdonar

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Mi madre tenía veinticuatro cuando me tuvo

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Mi madre tenía veinticuatro cuando me tuvo. Era lo suficientemente joven para cometer errores, aún no había ni terminado la universidad. Se emborrachaba con facilidad, ya que era bastante influenciable y peleaba con mi padre a diario por mi custodia, hasta que ella la ganó de forma legal.

Mi padre no era la persona más responsable del mundo.

Nos mudamos de casa, de ciudad, en realidad con un sujeto que prometió tantas cosas. Mi mamá le creyó.

Fueron tres años. Los recuerdo. Fue la primera vez que recibí un golpe y sentí la humillación tan vívida; si lo pienso algunos segundos, puedo volver a sentirla. En el colegio. En mi casa. Mi hermana tenía posiblemente dos o tres años. Yo tenía nueve u ocho. Me hacía dormir afuera o simplemente me impedía dormir hasta escuchar todas las idioteces que tenía para decir. Me dejaba sola y me alejaba de mi madre a golpes.

Fueron tres años que quedarían marcados por siempre, porque recuerdo los gritos. Recuerdo los forcejeos. Recuerdo la vez en la que mi madre me pidió que grabase una pelea por si las cosas se tornaba ‹‹feas››, me dijo que tenía que tener algo con lo que decirle a los policías que él era malo. Yo no entendía, solo lo hice.

Ese sujeto fue el mejor amigo de mi madre, estuvo en tantos de sus momentos difíciles, que ella le perdonaba todo. Incluso cuando eso nos involucraba o a mí, mayormente. No era lo suficientemente desgraciado para golpear a una niña de tres años.

Mi madre lloraba y él me culpaba. Siempre me sentí como una mala hija porque él me lo decía. Claramente después, mucho después, comprendí que el responsable de sus lágrimas fue él, no yo, pero aún así la sensación de querer disculparse por cada nimiedad es difícil solo rechazarla.

Cuando todo pasó me enteré de que el único motivo por el que permanecimos tres años allí, fue porque él tenía sus cuentas controladas. En otras palabras, le pasaba solo el dinero justo para los gastos, nada más.

Sufrí bullying gran parte de mi vida, incluso antes de mudarnos. Hay temores que aún son difíciles de olvidar, como la falta de dinero o el simple hecho de tener que escuchar gritos durante la noche. Logramos mudarnos gracias a una tía. Prácticamente nos escapamos, no teníamos nada.

Mi madre ha invitado a esa persona dos veces. Y las dos veces han terminado mal. No ha vuelto, pero el daño psicológico aún está allí. Me atemoriza que un día mi madre lo vuelva a invitar  porque ella es débil frente a él, y él lo sabe.

Las dos sufrimos demasiado, y excluyo a mi hermana porque esa persona es casi como su figura paterna.

Mi mamá se ha disculpado conmigo más de cien veces, y podría asegurar que no exagero. Cometió errores y ahora los está arreglando.

Claramente esto no se nos va a olvidar. Fue una marca. Después de una herida queda una cicatriz, pero es mejor perdonar los errores y aprender de ellos, verlos desde una perspectiva ambigua y seguir adelante.

Ahora tengo claro todo. Lo que hizo y el porqué. No la culpo y jamás lo voy a hacer. Mi madre es la persona más fuerte que conoceré alguna vez en mi vida, es mi ejemplo, mi heroína. Perdono todos sus errores porque sé que su intención siempre fue buscar lo mejor para nosotras.

Quiero que quien lea mi testimonio aprenda que hay que saber perdonar. Es distinto perdonar a olvidar, pero es increíble cómo puedes hacer sentir mejor a alguien diciendo solo un ‹‹te perdono››. Te haces un bien a ti y a quien se disculpa.

Siempre perdonen cuando ven que la disculpa es sincera, porque es de humanos equivocarse y también aceptar sus errores.

Soy más fuerte que túWhere stories live. Discover now