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· 12 de diciembre de 2019.

Las cuerdas de la guitarra de Seokjin vibraron bajo sus dedos, los que continuaron moviéndose en lo que parecía ser una caricia para esa oscura y fría noche de otoño.

Hoseok se quedó de pie en la entrada del salón, viendo las hojas que su amigo había regado por el piso tras haber estado todo el día escribiendo canciones que nadie jamás oiría. Sus letras, llenas de devoción y pasión, murmuraban el nombre de alguien.

Todo lo que Seokjin hizo en su vida, fue por amor a Yoongi.

Y esas palabras, esa emoción, ese amor que no conocía fronteras, se quedaría plasmado en esa música que moriría con su dueño. Porque, aún con los días contados, Yoongi jamás escucharía sobre el hombre que tanto le había amado.

El hombre que probablemente le amaría incluso de existir otra vida.

―¿Por qué no grabas tus canciones? ―Preguntó Hoseok cuando Seokjin dejó de tocar la guitarra para dar un sorbo a su taza de té. ―No tiene que ser algo profesional, el punto es... sólo hacer algo, ¿sabes? Podríamos hacérselas llegar a Yoongi. Él no tiene que saber que se trata de ti, ¿no?

Seokjin le miró sin parpadear por lo que parecieron minutos, pues era difícil sostener esa inexpresiva mirada. Negando suavemente con la cabeza, le dedicó una frágil sonrisa a su mejor amigo en respuesta.

―Mi castigo... ―Murmuró, sosteniendo con fuerza su guitarra para volver a deslizar sus dedos por las cuerdas. ―... me lo llevaré hasta mi tumba, Hoseok. No puedo concederle a Yoongi ni siquiera mi voz, incluso si esta le pertenece

Hoseok lo miró con tristeza, sin comprenderlo. Sabiendo que no obtendría nada más de él por aquel día, se despidió en un murmullo para irse a su cuarto. La idea de dormir se había convertido en una tortura al recordar que un nuevo amanecer era sinónimo de pérdida desde la aparición de Cupido, pero estaba intentando sobrellevarlo lo mejor posible, al menos con su amigo ahí presente.

Seokjin fingió no ver la última mirada cristalina de Hoseok. Era su mejor amigo y le amaba, pero estaba cansado de recibir lástima de sus allegados. O, quizás, no era lástima. Pero había malos sentimientos ahí, desbordando, y él no estaba preparado para secar las lágrimas de alguien más, no cuando eran sus lágrimas las que corrían el riesgo de derramarse una vez más, y él estaba cansado de llorar, de maldecir, de juzgar.

He soñado con esto cada día, con poder tomar tu mano y volar junto a ti, hasta el final ―Cantó en voz baja y dulce. ―Aunque te vayas, mi amor, el destino es así, no puedes escapar de él. Y cada día me siento más afortunado por eso; por ello quiero confesarte lo que siento, eso que está escondido en mi corazón, y es que te amo demasiado

Seokjin cerró los ojos, su canto volviéndose un roto murmullo.

Te amo tanto que lo arriesgaría todo. Te prometo que cuidaré de ti lo que me queda de vida. Incluso cuando el tiempo pase, cambiando todo a nuestro alrededor, incluso si el mundo se termina... voy a amarte

Sus palabras se desvanecen en el aire y se deja caer hacia atrás, su cabeza apoyándose incómodamente en el sofá. Los papeles pasan al olvido mientras sus ojos llorosos se sienten pensados, evocando sus recuerdos.

Ciertamente, hubo una vez en su vida donde sus palabras llegaron a él.
Sin un nombre, sin una voz, sin un rostro; pero sus palabras, su amor, llegó hasta él.

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Tercera memoria.
Lunes 14 de febrero de 2005.

Mundo fabricado [KSJ+MYG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora