15.Idril III: El salto del elfo

Start from the beginning
                                    

—Claro que no, unas criadas se encargaron, ahora los dos estamos encerrados aquí, todo por tu estúpidos impulsos, y me dices que no recuerdas nada —respondió desviando la vista de mí. Me culpaba de la pelea contra Elijah, pero no había sido yo precisamente el primero con impulsos estúpidos—. Lo que pasó fue que... —De nuevo volvió a mirarme, adoptando expresión misteriosa y haciéndose de rogar. ¿Me iba a decir de una vez lo que pasó o qué?—. Elijah te derrotó, pero no te preocupes, casi nadie lo vio, sólo algunos invitados. Estuviste apunto de morir, no tienes que agradecerme por haber detenido la hemorragia —finalizó, dejándose caer al borde de la gran cama. Ella realmente estaba agotada.

¿Qué no me preocupara? Esto me iba a restar muchos puntos en las encuestas de popularidad a favor del licántropo idiota. De todas formas, las encuestas eran lo que menos importaba en una situación así: la Neblina se había filtrado en el palacio y monstruos extraños acechaban por el jardín. Si los invitados lo descubrían o alguien resultaba herido... Por no mencionar el desastre que nuestro poder descontrolado ocasionó. Cuanto más tiempo pasaba, más seguro estaba de que no había sido una pesadilla. Al menos Rosalie se encontraba lo suficientemente bien para vacilarme.

—Sabía que te recuperarías rápidamente —intervino de pronto una familiar voz masculina—. Eres a quien he elegido como candidato a aventurero, no podías caer por tan poco.

Me sobresalté al descubrir a un tipo mirando por la ventana. Era muy alto y llevaba un peculiar traje rojo y dorado, y un sombrero alto a juego. Toda la confusión que sentía se disipó de repente sustituyéndose por emoción.

—¡Joker! —exclamé eufórico al verlo—. Has venido a cumplir tu promesa, ¿verdad? —De pronto recaí en la bata azul que llevaba puesta y me pareció el traje más horrible del mundo—. ¡Mi traje!  Quiero decir... el tuyo. ¡Me lo había puesto para lucirlo en esta ocasión especial...! —comencé a decir, muy azorado. Me disgustaba enormemente haberlo perdido.

—Tranquilo, lo sé. Te vi bailar ­—me tranquilizó, volviéndose hacia la cama con una amplia sonrisa en su enigmático rostro. Una de sus manos jugueteaba con una pistola de color rosa, la hacía girar entre sus dedos con hipnotizadora naturalidad—. ¿Entonces finalmente recordaste la promesa?

De nuevo el carrusel de imágenes desfilaron dentro de mi cabeza a toda velocidad, imágenes ahora bien nítidas. La humana insolente, el dinosaurio rosa gigante, el Joker sangrando por haberme protegido...

—Lo recordé todo cuando besé a Ros... cuando nuestro poder se desató. ¡Todo fue culpa de Maddison y de su íncubo! Nos engañaron.

Ahora que finalmente lo recodaba todo, las ideas se estaban asentando en mi mente y al fin el rompecabezas cobraba sentido. Dos esquirlas de ámbar rodeadas de finos y revueltos cabellos color miel mirándome desdeñosamente, los finos labios esgrimiendo una sonrisa cortante, la luz roja saliendo del extremo de aquel amenazador objeto. Nos habían engañado como a niños. Maldita humana, iba a pagar con creces todo lo que me había hecho, la humillación a la que me había sometido. Rosalie permanecía en silencio, con la cabeza gacha, los ojos sin saber en dónde posarse.

—Tú también lo recuerdas ya, ¿no? —le pregunté.

Mi voz la hizo sobresaltarse.

—Te dije que había un dinosaurio rosa y no me creíste... pero Maddie y Adrián... Nunca imaginé que fueran capaces de hacer algo así. —Por el temblor de su voz bien podía romper a llorar en cualquier momento.

Quería reconfortarla, decirla que todo iba a salir bien, pero yo mismo me sentía bastante alterado por todo y a pesar de mis esfuerzos, estaba demasiado agotado para mantener tanto aplomo.

Léiriú I: La rebeliónWhere stories live. Discover now