6.Grisel I: La reunión

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  • Dedicado a Mony Villarruel
                                    


"Era un ser tan cruel que no podía ser de este mundo, por eso decidí seguirle sin que él lo supiera. Le seguí por caminos intransitables, le vi hacer tal terribles actos que no soy capaz de describirlos aquí, pero resistí las náuseas y finalmente llegamos a un desangelado claro del bosque. Kra Dereth comenzó a hablar y al principio me asusté porque pensé que me había descubierto, mas después comprendí que hablaba con un demonio, aunque yo no pudiera verlo. Alzó los brazos hacia el cielo y una intensa luz le abdujo." 

Artículo del nº 86 de la revista Expediente X

BOSQUE DE NÁCAR. 19:15.

GRISEL

El sol en el horizonte comenzaba a declinar y ninguno de esos ineptos buenos para nada se había dignado a hacer acto de presencia. ¿Tan difícil era seguir mis órdenes al pie de la letra? Si me hicieran caso más a menudo, yo ya sería la gobernante absoluta y no me encontraría aquí sentada en un tronco, mientras los pájaros y demás fauna del bosque me miraban como si me hubiesen dado plantón. Les lancé una mirada iracunda y me dejaron en paz.

Maldito principito metrosexual, por si no tenía suficiente con tener que bañarlo y llenarle de masajes, me había obligado a besarlo. ¡Besarlo! Aún podía sentir el roce de su aliento, su calor corporal... ¿Cómo había podido caer tan bajo? Yo ya no era una niña tonta e inocente, no debería haber caído en sus trampas de seductor innato. Afortunadamente, esto se iba a acabar muy pronto. El que ríe el último, ríe dos veces y sin la cabeza sobre su cuello, no iba a poder robar más besos. Si al menos el amor que tanto decía que me profesaba fuera cierto, me causaría bastante placer saber que le tenía loco por mí. No era de extrañar, pues yo estaba muy buena y no era una retrasada desequilibrada como las demás, pero estábamos hablando del príncipe Idril, rompedor de corazones profesional. Todos los hombres eran iguales.

Decidí que seguir pensando en él era una pérdida de tiempo, por lo que traté de buscar una forma de darles a los demás la mala noticia cuando llegaran.

Cuando me enteré de que alguien había osado adelantarse a mí y asesinar a Idril antes que yo, me dominó una furia incontrolable. La reina Helena se estaba dando su baño especial y yo debía de encargarme de verter las sales mágicas  adecuadas. Tuve que resistirme a la tentación de echar en su lugar uñas de troll en polvo y provocarla así unos verdugones horribles que habrían quedado perfectos con el vestido que planeaba llevar a la fiesta. Cuando al fin había llegado tan lejos no lo iba a tirar todo por la borda, quedaba muy poco, tenía que aguantar un poco más. Sin embargo, el que alguien me arrebatase mi venganza cuando precisamente quedaba tan poco, me sacó de mis casillas. Arrojé el frasco de cristal contra el suelo. Estalló en mil pedazos y las sales se esparcieron por el suelo. La reina y las demás criadas me miraban horrorizadas por lo que había hecho.

"Lo siento... se me resbaló. Ahora mismo lo recojo", traté de arreglar mi descuido cuando fui consciente de lo que había hecho.

Helena me miraba desde su bañera, con el cuerpo recubierto de una nube de esponjosa espuma violeta, su melena platinada recogida en un moño y el rostro cubierto por una mascarilla verdosa que le daba un aspecto ridículo, mientras Dorothy y una bruja bastante mayor de pelo grisáceo llamada Merrywether trataban las uñas de sus manos. A pesar de esto, su gélida mirada lanzaba flechas de hielo contra mí.

"¿Qué está haciendo una cría tan inútil como tú trabajando para mí? Amiga de Rosalie tenías que ser, no me extraña que tenga la cabeza llena de tantos pájaros."

A pesar de que debía de haberme mostrado sumisa y tremendamente arrepentida, no pude evitar mirarla desafiantemente. Tenía a la mujer que más odiaba del mundo delante de mí. Si era rápida quizás podría matarla, indefensa como parecía rodeada de sus ridículos cosméticos.

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