**Historia originalmente publicada el 1 de septiembre del año 2016**
Naiara jamás creyó que las historias que le contaron de pequeña pudieran ser ciertas.
Pero el viaje que programaron ella y sus amigos a Irlanda cambió su manera de ver la vida to...
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Canción: Spirit Of The Wind
Multimedia: Lobo de Plata.
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La atracción mental es mucho más fuerte que la física. De una mente no te libras ni cerrando los ojos./ 20 palabras.
☽Capítulo 14☾
Me duele el hombro, al punto de que creo que se me saldrá en algún momento. Aric me levantó de la cama al pintar el alba, por lo que debo de llevar un par de horas, más o menos, en la cocina.
Me han puesto remover unas gachas con aspecto sospechoso, si es que son gachas; en una cacerola casi tan alta como yo y con la anchura de Gertrude, la profesora de alemán de mi instituto, aquella que me hacía copiar el examen cinco veces cada vez que fallaba en un ejercicio, en mi caso, siempre había alguno que fallar.
Estoy segura de que si la llenará de agua caliente, podría bañarme perfectamente en ella, por no decir si alguno fuera tan amable de venir con una caña del río.
—¡Nara! —me llama Brigitte y me bajo de la banqueta que había puesto para alcanzar yendo a su llamada.
—Dime —me limpio en un trapo que cuelga de mis faldas.
—Sugeta —me da una liebre, ya muerta, para que la coja de las patas.
—¿Es necesario todo esto? —agarro con pena las patas del pobre animalillo.
—Sí, si no quieres que llegue a oídos de Aric que no te mueves lo más mínimo —maldita arpía, se va a aprovechar bien de la situación.
—Está bien. Pero que yo sepa solo tenía que encargarme de las gachas ya que estoy yo sola. No estar en lo mío y en lo de los demás —giro la cabeza a un lado cuando veo que se acerca con una navaja al animal.
—Ni qué hacer gachas de avena sea sacarse un grado en alimentación —escucho como clava el cuchillo y procede a limpiar la liebre.
—No sería así de no ser por las cantidades —me quejo y me quita la liebre, dándome otra.
—Son las estrictamente necesarias para alimentar a todo el poblado —me replica, volviendo a su tarea.
—Como digas —es lo último que me atrevo a responder y cuando acaba con el bicho que tengo en las manos, me pasa otra, y otra y luego otra.
—Ya las hemos acabado todas. Si los chicos traen algunas más, tendremos más carne para el guiso, así que por el momento no vamos a poner la comida —por favor, que no traigan ninguna más.
—Voy a lavarme las manos —contesto cuando compruebo que se me ha quedado el fuerte olor de su pelo y de su sangre.
—Cada vez demuestras más, lo niña mimada que eres —se ríe en mi cara y me contengo para no saltarle encima.
