**Historia originalmente publicada el 1 de septiembre del año 2016**
Naiara jamás creyó que las historias que le contaron de pequeña pudieran ser ciertas.
Pero el viaje que programaron ella y sus amigos a Irlanda cambió su manera de ver la vida to...
Mi vida es como una de esas películas de terror en las que todos los protagonistas van muriendo uno tras otro y sabes que pronto llegará tu hora. No importa lo que hagas para huir de ella. La muerte aguarda con paciencia su momento, agazapada tras tu sombra, dispuesta a sorprenderte cuando menos lo esperas.
En eso yo jugaba con ventaja, sabía que no andaba lejos. Tampoco me importaba. La había visto tantas veces de cerca que no la temía. A mis casi diecisiete años asumía el destino con la resignación de quien conoce su suerte. Tras la muerte de mi abuela, el último ser querido que me quedaba, la incógnita de dónde acabarían mis días tardó un poco en despejarse.
La Dehesa se convirtió en la antesala de mi fin; un lugar hermoso en el que aguardar mi turno. Lo comprendí cuando vi su reflejo en la ventana del viejo torreón. Era el rostro de un fantasma, o tal vez de la misma muerte.
Nunca imaginé que fuera tan bella.
—¡Naia!—gritan a mis espaldas estremeciéndome de golpe después de lo que acabo de leer.
—¡¿Qué quieres pesada?! —chillo aun conmocionada.
—¿Otra vez embobada con unos de tu libros? ¿No los puedes dejar ni aun cuando nos vamos de vacaciones? —me reprocha un manojo de pelo rubio acomodado en un moño alto y rebelde.
—No, ya sabes que mis libros siempre vienen conmigo, pase lo que pase y vaya a donde vaya... — resoplo debido a que aun no sepa mis normas después de conocernos prácticamente de toda la vida.
—Genial... otra vez llevamos el lote completo...—pone los ojos en blanco mientras se acerca hasta a mi.
—A mi no me pongas esas caras... yo no me meto con tus aficiones por muy raras que me parezcan... —refunfuño mientras guardo otra chaqueta en la maleta y me pongo a buscar los otros dos libros de la trilogía de " El Bosque de los Corazones Dormidos" de Esther Sanz, el cuál no me había podido resistir a empezar el viaje sin echarle al menos un vistazo al prólogo.
—¿Perdona? ¿Desde cuándo es raro ir de escalada o hacer Bungee Jumping? —cuestiona mientas cierra la maleta de ruedas y me mira con cara de pocos amigos.
—No, sino es raro ir de escalada o hacer eso que es casi impronunciable. El problema es donde lo practicas no que practicas... —interviene Freddie entrando en mi habitación y dejando un beso en mi mejilla.
—No digas idioteces. Vine a echaros una mano con las maletas, nuestro vuelo sale en hora y media y aun no estamos en el aeropuerto... —nos regaña Raúl mientras coge la maleta que ella acaba de cerrar y yo guardo los otros dos libros de la trilogía más algunos sueltos que veo por ahí sin leer o que me apetecer releer en una mochila.
