**Historia originalmente publicada el 1 de septiembre del año 2016**
Naiara jamás creyó que las historias que le contaron de pequeña pudieran ser ciertas.
Pero el viaje que programaron ella y sus amigos a Irlanda cambió su manera de ver la vida to...
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Einar en multimedia.
Canción: The wolf/ The Spencer Lee Band
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—Estas alitas están de muerte. ¿No crees Bianca? —pregunta Leyre apretando suavemente su rodilla.
—Sí... —suspira jugando con una patata.
—¿Vas a estar así todo el puto verano? —cuestiona Frederick cabreado.
—Fred... —le regaño y veo como Bianca nos mira al otro lado de la mesa del jardín.
—No lo sé. ¿Vas a estarlo tú? —tira la patata al plato y hace por levantarse, pero Leyre coge la silla antes de que lo haga.
—Come. No lo has hecho desde que salimos de España... te vas a enfermar... —comenta preocupada.
—¿Qué más da? Estoy segura que a más de uno le agrada la idea de quitarme de el medio —acaba por levantarse y se marcha dentro.
—¿De qué vas? —golpeo el hombro de Frederick y este me mira molesto.
—¿De qué voy, qué? —farfulla.
—Sí. ¿De qué vas? ¿La conversación que tuvimos esta tarde no te ha servido de nada? —me hierve la sangre de ver como la ha tratado.
—Solo intento...
—¡¿Solo intentas, qué?! ¿Boicotear lo qué sea qué ella siente por ti? ¿Cómo puedes ser tan cabrón? ¿A pesar de lo qué sientes por ella, no eres capaz ni por un instante en portarte bien?
—Naia...
—¡Ni Naiara, ni mierdas! Estoy cansada de que no sepas admitir tus sentimientos por Bianca y aun así prefieras y se te haga sumamente fácil acostarte con cada chica que quiera pasar por tu cama. Sin pensar tan siquiera como pueda sentirse ella. Porque claro, una vez te has hartado de follar y se te ha quedado la verga sollada y del color de un extintor vuelves a ella como si no te hubieras tirado a esa zorra en sus propias narices —golpeo la mesa y me observa petrificado, por haberle cantado las verdades en su propia cara.
—¡Naiara! —me regaña Leyre en cuanto lo digo y sé perfectamente que no es por el golpe o por los reproches, ya que todos lo pensamos; sino por el vocabulario que he empleado.
—Me da igual. Estoy más que harta de la situación y de los tíos como él, que creen que pueden jugar con lo sentimientos de quienes le aman —me pongo en pie cogiendo el plato de Bianca y llenándolo de comida—. Eres un maldito cerdo si corazón y no te la mereces —le escupo en la cara y entro dentro.
