Por y para siempre (capítulo final)

124 11 15
                                    

Amelia pierde toda fuerza en sus manos dejando caer la taza que se rompe en mil pedazos. Inmediatamente se cubre la boca con las manos, mientras sus ojos se abren de par en par.

—¿Theo? —susurra casi sin poder creer que sea él—. Hijo...

Becky luce del mismo modo. ¿La señora Amelia madre de Theo? Ahora entiende porque se le hacía conocida. La vio en la foto junto a Theo de pequeño, aquella foto que tanto guardaba con recelo.

El muchacho deja caer lágrimas y traga saliva con fuerza. Cuantas veces soñó con ver la imagen de su madre, cuantas veces se despertó en medio de la noche anhelando volverla a ver, pero este sentimiento que lo atormenta al tenerla frente a él, es tan extraño que apenas y puede respirar. El saberla viva es reconfortante, pero su bienestar, sus ropas caras y buena posición, lo golpean con dureza. Su madre lo abandonó para poder avanzar, para poder escalar, claramente fue un estorbo para ella, por eso la abandonó. El dolor es tan fuerte que no puede soportarlo.

Abandona la sala lo más rápido que puede.

—¡Theo! —Su madre intenta ir tras él, sin embargo, Becky la detiene del brazo.

—No se acerque a él, ni un sólo instante —determina con fiereza.

Amelia no puede esbozar nada más que lágrimas.

Becky corre tras Theo con rapidez; aunque él solo camina, sus pisadas son largas y necesitadas. A pesar que lo llama con urgencia, él está absorto en sus penas. Utilizando toda su energía y fuerza, lo alcanza en medio de calle, lo abraza por la espalda impidiéndole avanzar. No dice nada, no necesita decir nada para comprender lo que siente.

El llanto de Theo se hace más fuerte, llora como un niño pequeño, y eso le rompe el corazón.

Es capaz de sentir su dolor. Llora en silencio, aunque humedece la tela de su espalda; sentirlo tan vulnerable, quebrado, dolido, es demasiado para ella. Lo abraza con más fuerza sintiendo húmedos sus brazos, bañados con lágrimas profundas de un corazón herido. Como quisiera decirle que todo pasará, que ella jamás lo abandonará, pero prefiere callar y brindarle su apoyo en silencio.

🐝🐝🐝

Los estudiantes entran a la escuela mientras el regente los revisa. Todos entusiasmados forman la fila, conversando y revisando su teléfono celular. Lo más bonito de ir a la escuela es ver a los amigos a diario por obligación y conversar de lo mismo una y otra vez, mandarse papelitos en plena clase como si el chisme no pudiese esperar a la hora de recreo, y jugar una que otra tontería.

Becky iba a pasar de largo, cuando vio a su novio bajarse del auto de Mario. Se le hizo extraño porque él siempre estaba ensimismado con cargar su fierro con dos llantas a donde sea.

—¿Y tu bicicleta? —le pregunta.

—Se descompuso.

—A buena hora —le fastidia Mario mientras va corriendo tras Jane.

Becky le da crédito mientras sostiene su mano. Theo luce igual que ayer, decaído y tristón. Su silencio seguido de suspiros la agobian. Sabe cuánto él ha extrañado a su madre, y cuánto ha necesitado de su protección. Está tan herido que su orgullo es más fuerte que su dolor. Sabe también que por el momento es mejor dejarlo así. Aunque duda si él pueda perdonarla; ella probablemente no lo haría, así como no consigue perdonar que su madre se haya quitado la vida.

Están a punto de entrar, pero una voz conocida los detiene.

—Theo. —Baja Amelia presurosa de su auto—. Hablemos, tengo que explicarte. Hijo, por favor.

ABEJA REINA©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora