21 - Estoy harta

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⚡ NaiiPhilpotts ⚡

Ya no sé cuántos móviles me quedan, pero, poco a poco, avanzo en mi investigación

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Ya no sé cuántos móviles me quedan, pero, poco a poco, avanzo en mi investigación. Mi obsesión me obliga a terminar antes de avanzar y salir de aquí. No sé ya si tiene sentido o es porque es una de las únicas cosas que me mantiene cuerda. Además, tiene cierta diversión arrojar en el cesto de basura todos los teléfonos que ya he mirado y agoté hasta que se les consumió toda la batería. Es decir, hace menos de un mes hubiera matado por encontrar uno de estos en la calle, y ahora lo único que hacen es ser un bulto inservible en mi equipaje.

—Qué irónico... —digo en un susurro y, otra vez, mi voz le suena extraña a mis oídos.

Casi todos los móviles que guardé en la comisaría tenían batería suficiente como para durar varios días más, sobre todo, sin uso. Es decir, intenté asegurarme de ello. Sin embargo, me arrepiento de no haberme fijado cuántas horas exactas de autonomía les quedaban a los que tomé. Podría haber buscado algunos que tuvieran varios días de carga y ahora usarlos como mis linterna.

Por otro lado, decidí separar dos aparatos que tiene mucho espacio de almacenamiento. Allí estoy transfiriendo series, películas, libros y juegos offline que encuentro descargados en los otros móviles. Por suerte, las transferencias son casi inmediatas y no consumen demasiada batería.

No obstante, la clave para no morir de aburrimiento —y en la oscuridad— será conseguir cargadores solares.

«Dios mío, espero encontrar alguno». ¡Dependeré de ellos!

La gran mayoría de los móviles que encontré en la comisaría tenían desbloqueo biométrico, y ser hacker no está dentro de las habilidades que coloqué en mi curriculum vitae. De hecho, ya fue un milagro encontrar varios sin desbloqueo —aunque eso es porque también revisé cientos—.

El móvil que cojo ahora, para mi sorpresa, tiene la batería completa. O casi. Según la pantalla la pila está al 98 %. Es un aparato costoso y bello: totalmente personalizado. Parece el móvil de alguna influencer bonita con uñas largas que se toman fotos frente al espejo. Sin embargo, tiene una contraseña biométrica que, por más que intento, no puedo hackear...

Y, de todos modos, los recaudos en la estación de policía aún me llevan a encuentros como este.

Suspiro con cansancio. Mis cejas se juntan en un gesto de desagrado mientras insulto mentalmente a la gente que protege sus teléfonos con claves, y con ello me maldigo a mí misma también.

—¿Te gusta mi linterna de diseñador, Syria? —bromeo y mi perra ni se molesta en voltear a verme.

Estoy harta.

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