45. Sola

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ÚLTIMO CAPÍTULO DE SOLA

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Por último, disfruten del final y llénenme de comentarios, me harán muy feliz.

Mi cuerpo reacciona por sí solo como una maquinaria exclusivamente diseñada para escapar en este momento de mi vida

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Mi cuerpo reacciona por sí solo como una maquinaria exclusivamente diseñada para escapar en este momento de mi vida. Tomo las correas de la mochila y me las paso por uno de mis brazos mientras captura la chaqueta borgoña en el aire y la correa de a Syria para instarla a correr detrás de mí. Por suerte, entiende a la perfección que hay que huir.

No entiendo cómo es que demoré tanto en darme cuenta de que, de manera inconsciente, conduje hasta las cercanías de Nueva Francia. Solo cuando vi el mapa y la ubicación de la prisión es que noté la realidad de mi imprudencia; en el fondo, solo quería ver el sitio que Gabriel me dijo que no fuera.

Me siento acorralada, pero no dejo que eso interfiera en mi salida. Solo me toma dos grandes zancadas alcanzar la puerta del granero. Escucho que la oficial que queda en pie está tan aturdida que es la voz del dron el que da aviso por mi huida.

Corro sin siquiera ver atrás hasta la linde del bosque. Una vez allí, no tengo ni idea de qué haré, pero cruzar la carretera y alejarme de la zona me parece lo más prudente. El vehículo ha quedado inutilizable.

Realmente, no sé cómo terminaré si me topo con otro infectado; y tampoco es algo que quiera descubrir por el momento. Las teorías que tenía hasta entonces se acaban de derrumbar como un castillo de naipes y solo puedo sentir que han estado jugando conmigo como si me tratara de una marioneta.

Syria me sigue el paso con ansias, siento que quiere alejarse de la cabaña del bosque lo más pronto posible. Con el miedo que tenía, no me extraña su actitud. No obstante, un par de minutos después, se paraliza y mira en dirección a los árboles. Seguido a ello, escucho el inconfundible aleteo del dron.

—¡Mierda!

Me apresuro a avanzar por el bosque. No sé si agradecer que esté amaneciendo, pues, por más que vea mejor, me siento expuesta. Logro ocultarme en los arboles del linde de la carretera justo cuando el sonido se pierde en dirección contraria. Sin embargo, no me atrevo a cantar victoria por anticipado.

Miro hacia arriba y, entre el colchón de árboles y ramas entrelazadas atisbo a ver un cielo nuboso, muy cargado. De seguro, más tarde habrá tormenta a no ser que se la trague el mar. Respiro de manera pausada, el ambiente se siente demasiado húmedo y me cuesta recuperar el aliento de la corrida.

Decido continuar avanzando tras anudarme la chaqueta de invierno en la cintura y acomodarme las tiras de la mochila. Por momentos, aún se aprecia la neblina matutina, lo que le otorga un lúgubre aspecto al bosque. Solo espero que llueva una vez hallamos conseguido refugio y estemos a salvo. Tuve suerte en mi encuentro anterior con un dron; no sé si podría repetirse y, además, creo que puedo vivir sin averiguarlo. No quiero quedar como un colador de fideos nuevamente.

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