8 - Comida rápida

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NaiiPhilpotts 

⚡ NaiiPhilpotts  ⚡

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Estamos aislados del mundo. Estoy aislada de todos. Rodeada por agua, atrapada en una isla.

Trato de no volver a vomitar. Tampoco quiero seguir arrancándome mechones de cabello. Hace más de una hora que camino por la costanera y sigo sin ver a nadie. Por más que grito, mis llamados no reciben respuesta.

Hace un momento se hizo de día. Nunca vi un amanecer tan triste; nuboso y cubierto de lágrimas. A cada paso que doy, me digo que es el último, que es inútil y que tengo que volver por Syria, pero sigo caminando. Ya caminé más de diez cuadras y bajo esos pensamientos.

Me freno en un mirador y trato de ver algo en la costa vecina. La mirilla está oscura. La máquina necesita monedas y no sé quién en su sano juicio las sigue utilizando hoy en día. Revuelvo mi mochila en busca de algún vuelto perdido porque el aparato funciona con dos dólares montresalinos y yo solo tengo uno.

No hay nadie a mi alrededor ni en algún lado; me urge saber el por qué. Un nudo me quema la garganta de tal manera que siento que estoy tomando vodka puro. Me duele el alma gracias, la opresión en el pecho no me permite avanzar.

«¿Qué hago?».

El desasosiego se ciñe sobre mí. Furiosa, aviento mis cosas en la acera. Mi celular sale volando de mi mochila y escucho cómo el vidrio se golpea contra un reborde de cemento. Sin necesidad de verlo, sé que se fragmentó la pantalla. Por momentos, quisiera aventarme a mí misma al mar. Esto es demasiado.

Harta, me acerco a levantar mis cosas y encuentro una moneda tirada. Siento que el destino me escupe en la cara. Grito por la ira y corro a meter las malditas monedas en el aparato, con mi mochila al hombro. No sé qué alcance tiene, pero no veo nada. Por más que enfoque, lo único extraño que noto son una serie de lucecitas que parpadean en la lejanía; no sé qué sucede. Intento apurarme, porque sé que esas cosas funcionan por tiempo, pero los nervios me juegan en contra. Trato de regular la visual con las perillas y las imágenes poco a poco van cobrando nitidez y sentido. El mar se ve endemoniadamente claro, precioso. Muevo el aparato como una endemoniada en busca de las luces y quizá encuentro su fuente...

Una centena de barcos navegan en dirección contraria a la isla. Parecen irse, la están dejando. No puedo explicar cuántos son. Arriba de ellos sobrevuelan una decena de helicópteros y de aviones militares.

La escena que presencio me parece ficticia, es un mero reflejo de alguna clase de sueño surreal. El dolor suplantó a la sangre de mis venas. El ácido y la bilis visitan mis papilas gustativas. No puedo contenerme más y vomito todo lo que tengo. Mis zapatillas y mis jeans se salpican con la inmundicia. Limpio la comisura de mis labios con el puño de mi camiseta. Es mejor que vuelva con Syria.

SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora