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Dick le había dicho casualmente que podría tomar lecciones de canto si quería, tenía potencial en ello.

Las avecillas del murciélago podían cantar.

El azulejo sabia cantar villancicos y pistas infantiles con perfección, con una voz melodiosa y arrullante.

El cardenal sabia entonar y gritar con armonía las baladas de Punk y Rock, sin llegar a lo grotesco.

El loica sabia alzar la voz en las notas finas de pop, sin ser desafinado.

El petirrojo le faltaba saber que podía cantar, para volar con ellos.

El azulejo siempre acompañaba en la jaula al petirrojo que se negaba a salir a cantar lo mas que podía, pero su deber llamaba.

No le gustaba ser el centro de atención, no le gustaba estar rodeado por tantas personas para una clase.

Pero lo haría para estar a la altura.

Lo haría para poder volar con el azulejo y cantar en los arboles, en los cielos como lo hacen los canarios.

Pero por mas que intentaba, su ave interior no parecía querer cantar, saliéndola algo desafinado algunos tonos.

El azulejo voló cerca de la jaula, esperando oír cantar a su petirrojo.

El petirrojo de un milagro salió de su guarida, solo para entonar al ave azul.

Trato, pero le fue muy difícil.

El petirrojo voló decepcionado a su jaula de nuevo, y el azulejo lo miro triste, alentándolo a que no se rindiera, pero tuvo que volar a conseguir comida.

Lloro, porque nunca podría entonar los villancicos de Grayson, el Punk de Jason, el pop de Tim, ni la música clásica que tanto se esmeró por aprender.

De una u otra forma fallaba.

El petirrojo no tenia el buche para cantar.

Y plumas fueron cayendo, y no eran rojas naturales.

No es mi cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora