I. Bruce Wayne el arruina todo

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Aquel día Damián Wayne había despertado de un excelente humor, tomó una ducha rápida acompañado de su reproductor de música, se colocó la ropa más cómoda que pudo tener y bajo dando pequeños saltitos por la enorme escalera de caoba, el desayuno estaba más que listo y servido. Visualizó a Alfred esperándolo en el comedor y a su hermano mayor Timothy quien ya disfrutaba de este. Saludo con un seco "Buenos días" pero tan lleno de alegría que el mismo Tim alejó un poco su café para corroborar que aquel chico sentado a su lado era su hermano menor, se asombró que así era.

Engulló su comida con sus refinados modales y sin hacer el más leve ruido ingirió la deliciosa comida que el querido mayordomo le ofrecía, ese hombre cocinaba mejor que cualquier otra persona.

—Parece ser un día realmente soleado —comentó el mayordomo llenando nuevamente el vaso con jugo de arándanos del menor de la casa, Damián le regaló media sonrisa al corroborar como el sol se colaba por las ventanas—. Y también se le ve de un excelente humor hoy.

—¡Demonios!, Damián, ¿acabas de sonreír? —Preguntó Tim con un ligero tono sarcástico ganándose una mirada molesta del menor, quien chasqueo la lengua y siguió con su postre—. ¿Quién eres tú y que has hecho con mi hermano?

—En realidad me muestro de un humor bastante pasable ya que estoy planeando como voy a asesinarte hoy —contestó el pequeño pelinegro con brusquedad, tomó el cuchillo de la mantequilla y señaló a Tim con ella—. Lo haré lento para escucharte suplicar por tu miserable vida y justo antes de que caigas en una inminente muerte arrancaré cada uno de tus dedos con este cuchillo, primero tus pulgares y al último tus anulares.

Mientras Alfred se dio la vuelta para ir por más jugo Tim le mostró su dedo medio a Damián, quien hizo la misma acción con ambas manos, los ataques verbales comenzarían en tan solo unos segundos, pero fueron evitados por el "Buenos días" de la cabeza de la familia. Se sentó en la cabeza de la mesa y degustó sus alimentos, sin decir nada más, y así fue que Damián se levantó agradeciendo por la comida, corrió a la cocina en busca del mayordomo y le abrazó por las piernas, acción que sorprendió un poco al anciano pero que correspondió al cabo de dos segundos.

—Volveré antes del anochecer —dijo sin soltar al adulto.

—Que sea antes de la cena, no creo que quiera incitar algún problema con su padre —le dijo de vuelta mientras acariciaba el mentón del pequeño y esos hermosos ojos esmeralda le miraban de vuelta—. ¿Lleva todo lo necesario? —Damián asintió—. Bien, he empacado dos desayunos ligeros para ambos, espero que al señor Jordan le guste el pollo.

Tomó ambas bolsas y las guardó en la mochila que Alfred le tendió, luego salió disparado hacia la salida pero había olvidado despedirse de su padre así que volvió con agilidad al comedor donde su padre leía el periódico.

—Padre —llamó su atención, Bruce bajo un poco el periódico observando a su hijo, iba con ropa deportiva, ligera, luciendo los tenis de correr que le había comprado hace unos meses, y que había recalcado cuanto los había odiado, levantó una ceja extrañado al ver una mochila en su espalda.

—Hijo, hoy es sábado, no hay escuela —soltó el patriarca sin dejar de mirar a su hijo, quien chasqueó la lengua, al parecer su padre había olvidado que ese día el pequeño saldría.

—Papá, Damián irá con el señor Jordan a Ciudad Costera —dijo Tim con un poco de fastidio al ver como nuevamente su padre se olvidaba de ellos, bufó al ver que intentaba recordar y no podía—. Te pidió permiso desde hace dos semanas y dijiste que sí.

Bruce frunció el ceño y luego ocultó su apenado rostro en el periódico, recordaba como el pequeño Wayne le había pedido permiso luego de portarse bien por casi un mes, ayudar en las tareas de la casa y tomando las clases de soccer que Bruce le recomendó que tomara, en esos momentos se sentía como el peor padre del mundo por olvidar algo tan importante.

Hal Jordan está Prohibido (BatLantern)Where stories live. Discover now