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Mi hermoso sueño con españoles y playas de Ibiza se desvaneció automáticamente. Desperté de un salto y corrí hacia la ducha porque los gritos de mi abuela me hicieron intuir que me había quedado dormida. Abrí el agua caliente y miré la hora en el reloj que había en el baño: las nueve y media.

    ---Conchesumadre, no hay tiempo.

Cerré la llave de la ducha,abrí la del lavamanos y me lavé la cara, los brazos, el pecho y me eché como un litro de desodorante en espray; no fuera a pensar el médico que yo era cochina .

     Me sequé rápido y me miré al espejo. Unos enormes ojos como de las tortugas ninja me devolvieron la mirada.
Me palpé la guata e ignoré los nueve kilos que había subido desde que había vuelto de Argentina.

     <<Como nueva>>, pensé esbozando una sonrisa.

Era marzo de 2015 y aquel era el segundo médico al que íbamos a ver esa semana. Entramos a la consulta y casi quedé ciega como Gollum saliendo de la cueva porque todo era blanco y resplandeciente. Nos sentamos, hablamos con él y ni se molestó en examinar a mi abuela antes de negar con la cabeza.

    ---Es usted muy mayor ---decía tajantemente---. Yo no me arriesgaría a operarla.

    ---¿Muy mayor?---le dije enojada---. ¡Tiene 87 años no más! ¡La flor de la vida!

     Me miró como si yo fuera weona y entonces mi abuela me agarró del brazo y nos fuimos.

    ---Me cargó ese gallo ---le dije a mi abuela mientras volvíamos a la casa---, que se cree.

    ---Mejor así  ---dijo mi abuela agarrándome el brazo---.

    ---Tenía cara de tonto y se parecía al Che Copete. Yo no dejaría que el Che Copete me operara.

     Nos reímos aunque por dentro se me apretara la guata, pero no quería demostrar mi angustia frente a ella. ¿Y si ningún médico quería operarla? ¿Y si no había vuelta atrás?  Tragué saliva y me dieron ganas de llorar, pero me las aguanté. No podía flaquear frente a ella.

Hacía un tiempo, cuando yo estaba en Argentina,mi abuela empezó a sentir unos dolores raros en la guata. Se asustó, fue al médico y, tras realizarse unos exámenes, fue diagnosticada con cáncer de estómago. Poco a poco los cercanos se fueron enterando de su situación y algunos de ellos le recomendaron a médicos que podían tratarla, ante lo cual yo la aconsejaba y la acompañaba. El problema fue que ninguno de los doctores que visitábamos se atrevía a hacer algo por ella porque la encontraban muy viejita.

    ---La vecina dijo que vio en la tele un doctor muy bueno ---Me había dicho un día mientras tomábamos el té .

    ---Como se llama? Para googlearlo.

    ---Espera, deja acordarme . . . ---hizo un esfuerzo mental---. Ya me acordé. Dencil, doctor Dencil.

    ---Eh. . . no, no es un buen doctor ---dije, fingiendo una búsqueda en Google. Ya había visto al doctor Dencil en la tele y ni era médico.

  Fuera de ayudar a mi abuela a buscar doctor mis días transcurrían entre Teodoro, quejarme por mi gordura, pensar en trabajar pero no hacerlo nunca, y hablar con mi pololo.
   
    ---¿Y bien? ¿Cómo les fue? ----me preguntó Ibizo en una videollamada. Negué con la cabeza---Bueno, Pepi, no te aflijas. Ya tendrán más suerte para la próxima.

    ---Es que quizá tienen razón, y me da cuco que tengan razón. ¿Y si no hay nada que hacer? ¿Y si se muere?

    ---Joder, Pepi, no seas dramática  ----me dijo a través de la pantalla, que a ratos se veía medio pixelada. Estaba comiéndose un pan con algo---. Nadie muere de cáncer al estómago . . .

Pepi la fea 3Where stories live. Discover now