XXVI - Vestigios

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Entre noviembre de 2016 y enero de 2017

No era difícil encontrar algo cuando descubrió que es lo que realmente estaba buscando. Un poco de indagación, algunas preguntas bien hechas, un poco de dinero en el momento justo y los pasos de Eliot Hoffman aparecían desde el pasado como una reliquia enterrada en la arena.

Era increíble, por decir algo.

Muchas noches Elisa llegaba a su departamento abrumada, con ganas de detenerse, de creer que todo era una mentira. Con ansias de cerrar los ojos y fingir que jamás había comenzado la dichosa investigación.

Porque si era real... Si todo lo que había averiguado resultaba ser cierto... No sabía que haría.

Venta de recién nacidos. Adopciones ilegales. Trafico con personas vivas, con seres indefensos e inocentes.

Eso es lo que había descubierto en sus cinco meses de investigación.

Lo peor, todo apuntaba a que ella había sido una de las múltiples victimas de Eliot Hoffman.

Esperaba poder encontrar algo que la contradijera. Algo que echara por suelo toda su investigación y explicara de forma razonable, y menos macabra, todas aquellas coincidencias y testimonios que ahora tenía apuntados en una libreta.

Pero con cada conversación, con cada documento encontrado, con cada persona que hablaba con ella más temía que todo aquello era real.

No había hablado con Marcos ni con Elena, no por miedo a que la creyeran loca, sino por temor a que confirmaran la realidad de todo. Por terror a que le digieran que la muerte de su hijo fue un fraude.

Pero cada vez que se juntaba con un nuevo testigo, la historia se volvía más real.

−Yo tenía quince años, no podía ser mamá, pero tampoco quería abortar. Mi conciencia jamás me lo habría permitido.

La mujer frente a ella era solo unos años mayor, otra de las ex pacientes del doctor Hoffman.

Le había costado encontrarla pues estaba viviendo en New Jersey, pero un par de llamadas telefónicas y un largo viaje después las había reunido a ambas en una modesto café después del horario laboral.

−Él llego como mi ángel salvador ¿sabes? Me dijo que el aborto no era necesario, que él hacía de intermediario entre parejas que deseaban adoptar y mujeres, jóvenes como yo, que no deseasen quedarse con los niños. Me dijo que así se evitaba la burocracia y el trauma que le ocasionaba a un niño pasar por los servicios de protección infantil y después por un orfanato.

−Y ¿estas conforme con tu decisión?

−Sí. No. No sé. En ese momento lo vi como una gran opción. No abortaría, no me haría cargo de un bebe para el cual no estaba preparada y el niño no pasaría su vida en orfanatos y casas de acogida. Era perfecto.

− ¿Era?

−Sí... Ahora que han pasado los años, me pregunto si tal vez estuve errada. Me gustaría, ya sabes, haberlo conocido. A veces sueños con él. Con lo que me imagino que pudo llegar a ser− La mujer la miro con unos ojos chocolate, tan parecidos a los de Elena − ¿Por qué quieres saber? No es normal que alguien venga y desentierre el pasado de esta manera sin algún motivo.

Elisa suspiro, cierto. Un motivo. –Hace quince años tuve a mi hijo, tenía diecinueve años y mi doctor de cabecera tuvo un accidente por lo que no pude estar en el parto. Parto que se me había adelantado dos meses. Murió poco después de nacer.− Suspiro y tomo un sorbo de su café que hace rato se había enfriado−. El doctor que me atendió se llamaba Eliot Hoffman. Una eminencia en su campo. Realmente fue muy extraño que mi hijo falleciera cuando las ecografías lo mostraban sano a pesar de ser prematuro.

Crónicas de una infancia desafortunadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora