12. ¿Qué hacer cuando se toca fondo y no se puede ver la salida?

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Vanesa

El último fin de semana de las vacaciones de invierno finalmente llegó. Era sábado por la noche y Kiara había decidido organizar otra fiesta luego del éxito de la primera, solo que esta vez se aseguró de conservar todas las ganancias para sí misma.

Considerando que Simón era su ex, Bianca la detestaba y Vanesa había sido su víctima de acoso, era un milagro que los hubieran invitado en absoluto, pero por algún motivo Kiara estaba más interesada en la cantidad de gente en su fiesta que en la cercanía que tenía con la gente que asistía, así que extendió su invitación al trío de todas maneras.

No sabía qué podía motivar a Bianca y Simón a asistir a aquella fiesta pero sabía que ella tenía un motivo claro: hablar con Gabriela.

Ella se había mostrado extraña desde el momento en el que indirectamente había admitido que le gustaba, pero tampoco era como si le hubiera dejado de hablar por completo. Le había estado enviando señales confusas y Vanesa tenía la esperanza de que un poco de alcohol fuera suficiente para darle el coraje de enfrentarla de una vez por todas.

—Estás callada— murmuró Bianca, que se encontraba acostada boca arriba sobre la cama. Siempre hablaba en voz muy baja cuando estaban en la casa de Vanesa— Eso es raro.

—Y tú estás iniciando una conversación por cuenta propia— retrucó la chica— eso también es extraño.

—Supongo que ambas no estamos siendo nosotras mismas el día de hoy— coincidió Bianca, sorprendida. Sus ojos marrones lucían cansados y tristes, pero sintió que no era adecuado preguntarle si le pasaba algo. Se sorprendió cuando la otra agregó: — ¿Quieres hablar sobre ello?

En los últimos meses, Vanesa había descubierto las muchas facetas de Bianca Rodríguez y ésta era otra de ellas: era una chica triste que realmente se preocupaba por los demás. Era su virtud y a la vez su perdición, preocuparse tanto por el todo no dejaba un margen de felicidad muy grande en su existencia y ella sabía que debía ser una de las tantas anclas que la hundían día tras día.

—Estoy algo nerviosa, pero estoy bien— contestó Vanesa, porque no quería cargarla con sus propios problemas.

En ese momento, la compañía de su amiga era suficiente para que existir fuera más simple. Era increíble como los humanos nacían con todos los órganos elementales para sobrevivir, con el cuerpo que funcionaba como la máquina perfecta pero que, de todas formas, no podía compensar la necesidad de estar en compañía de otro humano, que no poseía ninguna solución o reemplazo para la calidez que la presencia de otra persona podía otorgar.

Bianca probablemente sabía que no estaba bien, pero también sabía que Vanesa le hablaría sobre ello cuando estuviera preparada. Si había algo mejor que encontrar compañía, era que esa compañía te entendiera sin siquiera tener que darle explicaciones.

—¿Qué pasa?— le preguntó Bianca sonriéndole tímidamente. Vanesa se había quedado mirándola fijamente a través del espejo.

Me alegra que existas. Quería decirle, pero en cambio otras palabras salieron de su boca:

—Creo que ya es hora de irnos.

Vanesa se había maquillado con una mezcla de blancos, rosas y brillos plateados y se puesto un conjunto color fucsia muy moderno que hacía juego con su cabello.

Bianca, al contrario, no se había maquillado ya que afirmaba que le daba más acné del que ya tenía y se había puesto unos jeans y el buzo más negro y holgado que había encontrado acompañado de unas botas negras que se asomaban bajo el dobladillo de su pantalón. No parecía haberse peinado y el oscuro color de su piel había sido reemplazado por una palidez enfermiza y unos ojos bastante enrojecidos.

Los últimos días de juventudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora